Capítulo 10

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El silencio tenso que se había creado al terminar la historia, fue roto por el estridente y horrible sonido de las patas del banco siendo arrastrado por el suelo, mientras, con mucha rapidez, el destello del largo cabello rubio de Lia fue lo último que se vio, antes de encerrarse de un portazo en su cuarto.

Mitch suspiró pesadamente.

- Maldición, ¿ahora qué? - gruñó Max, mientras miraba ceñudo el pasillo por donde había desaparecido su hermana mayor.

- No digas malas palabras - regañó Mitch.

- Pero es que e-

-¿Cómo reaccionarías tú al saber que tuviste un gemelo que jamás conociste porque murió? - la voz de Mitch había cambiado, estaba un poco más grave, lo cual asustó a su hijo, mientras en sus ojos, usualmente neutros, brillaba la tristeza.

Max abrió su boca para decir algo, pero la cerró de inmediato, bajando la mirada, avergonzado por el reproche en los oscuros orbes de madre. Mitch solo respiró, llamando a la paciencia, y se levantó en silencio de su banco, para caminar hasta la habitación de su hija.

-¿Lia? - llamó, mientras tocaba la puerta suavemente.

Pero no recibió respuesta alguna.

- Lia, ábreme - le pidió.

De nuevo, nada.

- Vamos, bebé, solo quiero hablar contigo.

Y como si ese pequeño apodo hubiera hecho algo, el sonido de la puerta siendo abierta, le sacó una pequeña sonrisa a Mitch, quien entró a la habitación.

Una vez dentro, el dulce olor de su hija llenó sus fosas nasales, mientras sonreía tiernamente a las paredes, adornadas de fotos, dibujos, manuscritos garabateados entre las lluvias de ideas de su hermosa escritora. Se fijó en la cama, donde se encontraba el delgado y pequeño cuerpo de su hija, ocultando su rostro entre sus sábanas bañadas de gatitos.

- Cielo - la llamó, sentándose en la orilla de su cama.

-¿Por qué? - fue la pregunta susurrada y amortiguada por las cobijas, por parte de la rubia omega.

- Porque no creí que tuvieras que cargar en la consciencia de que tuviste un hermano que no pudo sobrevivir - fue la respuesta del omega mayor, bajando su mirada ante el evidente reproche en la voz de su hija.

- Eso es lo que tú no sabes, mamá, no puedes suponer cosas así, soy más fuerte de lo que parezco - dijo Lia, ceñuda.

- Lo sé, lo sé.

La rubia chica se levantó, hasta sentarse de modo indio al lado de su madre, limpiando sus mejillas de las recientes lágrimas.

-¿Qué fue lo que lo provocó? La enfermedad, digo - le preguntó.

- Fueron muchas cosas, siendo que era mi primer embarazo, y a la primera tuve gemelos, obviamente me afectó, y también que sufro de celiaquía, quizás no hubiera sido tan malo si... Si yo hubiera encontrado una solución a mi trastorno, pero jamás le pregunté a Lucas, así que, en parte, también es mi culpa - dijo Mitch, frunciendo el ceño.

- Mamá, tú nunca pensaste que eso podría hacerte y hacernos daño, tampoco puedes culparte de todo.

- Eso fue lo que dijo tu padre - rió Mitch.

Lia imitó el gesto de su madre.

-¿Cómo fue ese día? - preguntó Lia, con cierto temor.

Arrepintiéndose de inmediato de su curiosidad, cuando los ojos de su madre se llenaron de lágrimas.

Amarte Es Igual a Recordarte [Scömìche short-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora