Nuestra unión

808 41 137
                                    

Después de unos minutos de sentirse frio, logró despertar. Estaba solo en la habitación. Yuto no parecía estar por ningún lado, pero estaba tan adormecido que no lo notó al principio. Con gran dificultad, se sentó encima de la cama con pereza, más no dejó el lugar, no podía caminar y mucho menos se atrevía tan siquiera a tocar el suelo con los pies, no después de todo lo que Yugo le había dicho sobre cuidarse el pie. Lo que menos quería era desobedecer al chico que parecía saber de lo que hablaba. Había seguido y hecho todas y cada una de las cosas que él dijo que debía de hacer. Y ahora por ello estaba mejor.

Se estiró suavemente sobre la cama y se dedicó a hacer un poco de pereza. Su mente estaba en blanco y ya ninguna de sus pesadillas estaba presente en si mente. Su un momento agradable, uno de los primeros que tuvo sólo. Se sentía en paz, armonía y sobre todo en calma. Su mente aún tenía miedos y demás, pero la sola calma que emanaba el lugar le tranquilizaba. Se preguntó por cómo estarían todos, si ya estarían despiertos, si estuviesen haciendo algo importante, Yuya sabía que Yuto estaba despierto en alguna parte y quizás estaba merodeando en sus pensamientos como él. Yugo y Yuri quizás seguirían dormidos o quizás estarían discutiendo. El de ojos rojos soltó una risita. Eso era lo que más hacían. Se alegraba de que tuviesen algo de contacto, a decir verdad, eso era mejor que nada.

Se quedó un instante en silencio y lo escuchó. Un murmuro que venía desde afuera llamó su atención. Agudizó un poco el oído mientras se acercaba al borde de la cama que más se acercaba a la puerta. Un par de palabras ininteligibles se oyeron, pero un par de pasos más le alertaron un poco. Y Yuri empezó a sentirse cerca.

—¡Ya te lo dije idiota!—dijo con fastidio, cómo si no fuese la primera vez que lo dijese. Paró justo en frente de la cama de Yuya, en el umbral que hacía de puerta mirando hacia la dirección donde venía—Yo me haré cargo de él hoy. Y no necesito tú...—se había vuelto en el momento exacto antes de soltar algún otro grito de ira o de lo que fuese—Yuya... Um, hola, buenos días Yuya.

—B-Buenos días Yuri—su garganta estaba seca. El de ojos fucsias se sintió ligeramente nervioso—... ¿cómo t-te encuentras?

—Bien...—dijo con las manos algo temblantes por los nervios. No sabía como pero ahora estaba muy temeroso de quedar mal con Yuya—¿Tú? ¿Cómo va tu pie?

—Me duele un poco menos y...—tuvo algo de miedo de pronunciar aquellas palabras—Creo que hoy quiero intentar...

—¡De ninguna manera!—dijeron al tiempo los dos chicos con peor relación en el grupo.

—Todavía tienes que descansar, no caminarás por un tiempo, no sé hasta cuando se sanará el tobillo, quizás pase algún tiempo antes de ello—divagó Yugo mientras que Yuri asentía simplemente de manera automática. Yuya se había estañado de la aparición del de cabellos azules tan repentina. Sospechaba que venía detrás del de cabellos morados y fucsias, pero en definitiva no se espera aquello.

—P-Pero yo de verdad quiero intentar—dijo con un puchero, la mirada de determinación de Yugo se volvió un poco en añicos, pero por suerte el otro le respaldó.

—No, todavía no sabemos qué puede pasar con tu condición—se cruzó de brazos mientras adquiría una repentina confianza—, no soy un experto en estas cosas, pero sé que tienes que descansar. Estas cosas no se sanan en poco tiempo, y menos en las condiciones en las que te encontramos—argumentó. Durante aquello, fue el turno de Yugo de asentir sin saber que decir realmente.

Yuya trató de convencerlos durante un rato más, pero les fue imposible, realmente no pudo hacer nada. Ni Yugo ni Yuri lo dejaron hacer lo que quería, aunque casi que lo consigue en varias ocasiones. Finalmente, se dio por vencido y se quedó con una expresión de frustración ligeramente infantil en el rostro. El de ojos esmeraldas estuvo a punto de caer nuevamente, pero el de ojos fucsia dijo que era un idiota, desviándolo así de la conversación y llevándolos a que empezaran a discutir por cuestiones menores. El de ojos rojos tuvo que intervenir para que no se terminaran moliendo a golpes.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora