Somos Fuertes

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—¿Qué cosa?­—preguntó Yuya algo impresionado. Había hablado demasiado alto, sorprendido—¿A qué...?—Yuto le tapó la boca intentado que no hablara más.

—No hables tan fuerte—le dijo a susurros, con su cara totalmente  concentrada, pero teniendo una chispa de pavor en sus ojo—, tenemos que salir de aquí, tenemos que ocultarnos—dijo levantándose para llegar con Yuri e intentar despertarlo. Yuya fue rápido para llegar con Yugo y lo movió con insistencia. Esas cosas estaban de mal en peor.

—¿Qué qué?—dijo Yuri al estar adormilado. Miró a Yuto con una mirada interrogante. No estaba molesto, se esperaría que Yugo lo despertara por nada, pero el de ojos grises era otro caso.

—Yuri—esa voz seria fue lo que impulsó al de ojos fucsias a despertarse del todo y ponerse en situación lo más pronto posible—, alguien ha entrado a la casa-

—¿Qué cosa?—dijo a susurros, en Academia había aprendido una o dos cosas útiles, entre ellas que si el enemigo entraba, se tenía que hacer el menor ruido posible para que no se dieran cuenta de cuantas personas había allí o seguían en el lugar—¿Cómo estás tan seguro?

—Esos sonidos no son de un animal, son demasiado fuertes—explicó mirando hacia la puerta cerrada que tenía—. Y está viniendo hacia aquí.

Yuri y él se pararon rápidamente. El de ojos rosas no lo pensó siquiera antes de señalarle una de las puertas de una bodega. Allí, donde guardaban lo que alguna vez usaron y donde solían evitar mirar, allí donde solo había nostalgia por lo poco que habían conservado, allí donde yacían sus discos de duelo y sus ropas viejas. Ropas que usarían de nuevo cuando ya no les doliera verlas y no les recordara que son ellos en realidad.

—Ocúltense, no sé quien sea—les ordenó a ellos y también a Yugo, el cual se había despertado muy perdido y que apenas entendía lo que ocurría, y a Yuya. Yuto negó, no iba a dejarlo solo—, ese alguien no va a salir de aquí como un humano de dos patas si no es capaz de jurarme bajo su maldita madre que no va a volver aquí en su vida—no podía más que aceptarlo. El pasar tiempo con el de ojos rojos lo había ablandado un poco.

—Ni se te ocurra—le advirtió Yuto a susurros—, puede que aún tengas el disco de duelo, pero esto no es lo correcto—dijo agresivo. Yuri no se quedaría atrás. Los otros dos, o más bien Yuya arrastrando a Yugo, se habían movido hacía el lugar indicado—, no puedes simplemente hacerlos una carta, no después de lo que ha ocurrido.

—¿Vas a dejar que alguien que nos ubique se vaya sabiendo que estamos aquí?—el porte de Yuto era de hecho bastante amenazante, se podía ver a través de la poca luz que había que estaba intentando que el otro se intimidara en su presencia, pero eso no iba a ocurrir. Yuri no venía de cualquier parte ni mucho menos. Venía de un lugar donde intimidaba a cualquiera de se dejara de él y jamás había huido de nadie, no iba ser distinto ahora mismo, y menos cuando sentía que el tenía la razón—¿Quieres que alguien nos vea y que se vaya así nada más? ¿Crees que tenemos otro lugar a donde ir? ¿A donde resguardarnos?—el de ojos grises calló—Esto es lo único que nos queda si lo que queremos es alejarnos de todos ellos, ¿dejarás que alguien se vaya así nada más después de habernos visto a todos nosotros? No tengo conocidos en este lugar, no hay personas con las que pueda contar, ya no. Y si hay algún vecino, uno solo que quiera hacernos una visita por cortesía, cosa que sinceramente me parece una estupidez—subió un poco el tono de sus susurros—, no va a hacerlo en la mitad de la maldita noche. 

—Hacerlos una carta es como matarlos, no hay forma de devolverlos a su forma física—repuso. Yuri liberó aire y miró a Yuya que estaba mirándolos, el chico había sido precavido y tenía el disco de duelo del de ojos fucsias en sus manos, esperando a poder pasárselo pronto. El chico entendía lo que debía hacer y lo había hecho. Yuya sabía lo que tenía que hacer incluso si eso no era lo que deseaba—. Vamos a asesinar a una persona.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora