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Al entrar, cerró su puerta, suspirando me miró.

-Está asustada?-preguntó y se acercó a ponerme el cinturón, se quedó cerca de mi cara, como esperando algo, se me quedó mirando a los ojos - está aterrada - afirmó - qué Graciosa - añadió sonriente, se acercó hasta rozar su nariz con la mía - Béseme - dijo, negué - Bien, ya sé que haré con usted al llegar a casa - musitó algo enojado y se recompuso y tomó con fuerza el volante, encendió el auto y pisó el acelerador.

No podía ver a donde exactamente nos dirijiamos ya que, me había perdido de la tercera cuadra.

10 minutos después de aquel tormento, el auto se detuvo, y esta vez, no fue por un semáforo, al menos, respetaba aquello, pero las veces que lo hacía (todas) me miraba de reojo, parecía enfadado, como si tratase de encontrar algo en mi que no veía.

Me desabrochó el cinturón y salió del coche, me abrió de mi lado, esperó a que saliese, cuando lo hice, pegó un portazo que hizo que yo saltase del susto, mis zapatillas, de nuevo, pisaban esa hermosa nieve, me abracé con uno de mis brazos tratando de calentarme un poco con una de mis manos, fue ahí cuando me tomó de la muñeca y me llevó enfrente de una pequeña pero linda casa, entramos y cerró la puerta con llave, la dejó allí. El lugar estaba prácticamente vacío, no había un solo mueble, me jaló de nuevo y nos detuvimos frente a una puerta.
Me pregunté, qué se supone que pasaría ahora que me tiene. Estaba asustada, nos detuvimos defrente a aquello, parecía seguro.

-Bienvenida, Señorita, a lo que, los humanos, llaman infierno pero nosotros llamamos paraíso - sonrió y abrió aquella gran puerta de madera, solo un poco - No juzgue sin saber, se lo explicaré - musitó hacia mí y la abrió completamente.

El entrar, lo primero en que me fijé fue lo enorme que era, tenía dos pisos, las barandillas de aquel piso eran negras brillantes, como barrotes, las escaleras, parecían ser de madera de roble. Habían muebles, la mayoría eran blancos y parecían cómodos, me acerqué lentamente hacia la instalación, el lugar parecía cuidado, limpio, alfombras negras y peludas habían enfrente de los sillones.

Estandartes se colocaban encima de la puerta de entrada que estaba más alejada, escuché la puerta cerrarse. Me di vuelta al ver como ponía un candado a esa puerta.

-Q-qué haces? - sonrió -

-No queremos que los gatos escapen, verdad? - se comenzó a acercar - ya que veo que no conseguiré nada de usted, probaremos con otra cosa - al estar enfrente de mí, de detrás suyo sacó un par de orejas de gato, me los puso arreglando mi cabello- Hermosa - susurró - listo, su habitación es la primera en la segunda planta, del lado izquierdo, vaya y póngase la ropa que le he dejado, luego vuelva - asentí - ¿se comió la lengua? Entiende? Usted es un gato - sonrió soltando una suave risa, dejando que su cabello cubrirse un poco de su cara -

-Voy... V-voy a vestirme - dije señalando las escaleras, suspiró y asintió, corrí escaleras arriba, no supe donde iba cuando entré a aquel pasillo, me detuve mirando curiosa la puerta que me había dicho anteriormente, tomé el picaporte y lo abrí, era una habitación bastante linda, tenía una cama de dos, era grande y parecía cómoda, el lugar estaba prácticamente vacío de no ser por aquella cama con mantas azul Francia.

Había una ventana estaba algo alta, pero era bonita, podía ver como los copos de nieve, algunos, se pegaban al cristal y se deshacian rápidamente, dejando solo un vago recuerdo.

Me acerqué a la cama, había unas prendas, más bien era... Qué?

No me pondré eso.

Me hará trabajar como... Maid?

Qué Graciosa! Béseme (Sebastian Michaelis Y Tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora