{Capítulo 37}

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El invierno había llegado. Los árboles perdieron sus hojas mientras que otros seguían igual de verdes. El frío se hacía sentir pero la nieve jamás caía en Los Ángeles.

Todos esos meses después del juicio Alice los invirtió en explotar toda California, o al menos la mayor parte de ella. Desde hacía dos días merodeaba en blogs de viajes buscando su próxima aventura.  Quería salir y visitar otros lugares que le quitaran el aliento. Viajar se había vuelto un excelente narcótico.

Las sesiones con Susan la estaban ayudando bastante. Hablar de sus problemas e inseguridades estaban generando en ella una faceta que nunca creyó tener. Por primera vez en mucho tiempo estaba comenzando a sanar y dándose el lugar que merecía. 

En sus momentos de viaje a veces arrastraba a sus padres, quienes tenían espíritu aventuro y adoraban conocer las maravillas que el estado tenía para ofrecerles. Otras veces se les unían Larry y Lisa, aunque Larry era hombre de ciudad y la pasaba mal con los mosquitos. 

De vez en cuando hacía videollamadas con Dean y charlaban por horas. Deseaba que las mismas fueran más seguidas pero la vida de universitario era difícil y consumía la mayor parte de su tiempo libre. Entendía que Dean no estaría disponible las veinticuatro horas. Así que cuando podían reunirse virtualmente, el momento pasaba a convertirse en un ritual sagrado que nadie podía interrumpir.

Lo mejor de todo era que la mayoría del tiempo nunca se detuvo a pensar en Logan. Quizás, en ocasiones, le picaba el bichito de la curiosidad y su imaginación creaba historias sobre lo que estaría haciendo. Pero nunca, jamás, le preguntó a Dean por él. Siquiera a su familia. 

Se enteraba esporádicamente de algunas cosas cuando oía a sus padres hablar de él. Pero nada más.

En una oportunidad Lisa la invitó a quedarse con ellos unos días en Napa. Aceptó porque Susan le dijo que debía enfrentar el pasado y ver cómo le hacía sentir. Y lo necesitaba. Necesitaba saber.

Rememorar aquellos recuerdos le revolvieron el estómago y le trajeron amargura. Sin embargo, con el paso de las horas entendió que era tiempo de hacer sus propios recuerdos. Tomó aquellos maravillosos momentos que pasó con Logan durante la niñez y los atesoró en un lugar especial en su corazón, para no traerlos de regreso. 

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Aquella mañana, como nunca, se levantó sin ánimos de despegarse de la cama. Quería seguir acostada y continuar con la novela a medio leer de la noche anterior. No obstante, el universo conspiró ante ella y tomó posesión de su madre, quien la obligó a ir al supermercado mientras ella se ocupaba de hacer unos trámites.

El simple hecho de pensar que tenía que ir  al centro de la ciudad la ponía de mal humor. Por alguna razón presentía que aquel sería un mal día. 

Salió luego de desayunar, prácticamente que arrastrando los pies. Tomó un autobús y llegó a la tienda más rápido de lo que pensó. Compró las pocas cosas que su madre le había encargado  y cuando se aseguró de que nada le faltaba, se dirigió a la caja registradora. 

Al atravesar un pasillo, a medio camino se topó con Lisa. La mujer esbozó una amplia sonrisa apenas la vio. 

—¡Alice, cielo! Qué lindo volver a verte.  —Habló con genuino cariño y se saludaron con un beso en la mejilla.

—Lo mismo digo. ¿Cómo ha estado?

—Bastante bien aunque ya estaba algo agobiada por el trabajo. Decidí hacer las compras para despejarme. —Ambas ríen y se encaminan a la caja—. ¿Viniste sola?

—Sí. Mamá tenía que hacer unos trámites temprano y me encargó el almuerzo.

—Ou, entonces, ¿quieres que te lleve hasta tu casa?

MANIPULADO | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora