León

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León tiene prisa y un reloj de arena por el que no pasan las estaciones. Es un caótico y despeinado huracán, sin patria ni destino, que huye de su propia sombra. Lleva por equipaje una soledad grande y pesada y la esperanza de que alguien ocupe su lugar. Su rumbo es cuanto menos dudoso, ya que ha renunciado a los mapas y se limita a seguir hacia el este, siempre hacia el este, siguiendo a un débil sol de invierno que no piensa dejarse atrapar. Nunca aprendió a despedirse, así que tiende a huir en la madrugada, a partir de esa hora en la que ninguna idea es buena pero todas lo parecen.
León tiene la risa amarga y sincera de quien no ha tenido muchos motivos para mostrarla, una risa de esas que se te graban a fuego en el alma y, para bien o para mal, no se olvidan nunca. Es capaz de comprenderte en una sola mirada y devorarte en una de sus peligrosas y raras sonrisas. Esto aún no lo sabe, pero tiene el poder de contarle secretos a las estrellas. No entiende por qué debería callar y tiende a decir lo que piensa sin pensar lo que dice, llevando por única bandera su simple y cruel verdad, arrastrando a su espalda cientos de vidas distintas mientras vaga por el océano en busca de su pedacito de inmortalidad.
León es un noctámbulo, un intento de poeta, un animal salvaje. Tiene ojos de gato, piel de tigre y porte de rey, rey de la selva. Ha tenido más nombres que vidas y más vidas de las que cree merecer. Cree en el poder de los pequeños héroes cotidianos y se lamenta por no poder ser uno de ellos. Sabe, no por gusto, de la existencia de decimocuartas oportunidades y ha conocido verdaderos ángeles de la guarda que, sin alas ni un dios al que obedecer, son capaces de salvarte de ser víctima tu propio abismo particular.
León conoce todas las preguntas y sabe dónde encontrar las respuestas. Ha recorrido miles de mundos para averiguar a qué huele el color azul y ha desentrañado cientos de misterios antes de descubrir a qué saben las nubes de tormenta. Se desvela cada noche gritando sus dudas a un orgulloso cielo que se niega a contestarle. Puede leer y comprender en un vistazo la parte más íntima y profunda de cada persona, pero no la suya propia, y eso no hace más que frustrarle.
León no sabe quién es.
Lo único que León sabe es que no le gustan las preguntas sin respuesta.

Palabras ignoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora