Noche de concierto

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Si el silencio nos contase,
qué es lo que ha venido a ver
a esta ciudad con insomnio,
tú que puedes márchate.

Todos quieren desaparecer alguna vez,
reconocerle al suelo gris que no saben qué hacer.
Perder la voz cantando una canción,
es la mejor medicación.

Vienen de todos los rincones del país, los hay de todas las edades e ideologías. Desde nostálgicos veteranos de la vieja escuela a jóvenes en medio de un intento de rebeldía. Cada uno con su historia, sus cicatrices y sus estúpidas verdades indiscutibles. La mayoría son completos desconocidos, entre ellos y, de algún modo, también para sí mismos. Pero hoy no se trata de autodescubrimiento o alguna otra palabra igual de larga y absurda, hoy se trata de la música. Y, aunque solo sea por una noche, nada más importa.

La música que ha sido capaz de reunirles a todos aquí; la misma que ha sanado sus heridas, acariciado sus cicatrices y cuestionado sus verdades. La misma música que esta y tantas otras noches ha sido banda sonora de sus insomnios y les ha ayudado a mantenerse cuerdos, o a perder del todo la cabeza, según se mire; ayudándoles a ahogar el ruido de sus pensamientos en algo que no les cueste una multa o la vida.

Esta noche se trata del rock'n'roll, auténtico y salvaje, que tantas veces les ha apartado del abismo.

Hoy no hay razones para pensar que nada irá mejor, o que vamos a salir adelante, o que dejaremos de perder la vida por las esquinas de este puto infierno; pero, por eso mismo, por la falta de futuro, cierra los ojos y baila. Baila hasta perder la noción del tiempo que, al fin y al cabo, ya no es más que un concepto obsoleto, y canta hasta que no recuerdes que un día tuviste voz.

Hoy se trata del afiliado sonido que corta el aire entre nosotros, creando una pequeña brecha en la realidad, permitiéndonos por fin respirar. Se trata de la libertad que no recordábamos haber tenido jamás y que no pensamos perder de nuevo.

Esta noche cerramos los ojos a la cruda realidad que hemos dejado al otro lado de la puerta, porque no merece la pena recordar que aún hay un mundo fuera de estas cuatro paredes, ni que alguien espera para desmontar el escenario.

Vamos a huir del ruido del hormigón y el asfalto, y a disolver el poco silencio que nos quede con los acordes que llevamos grabados a fuego en la memoria y las voces rotas de miles de perfectos desconocidos.

No tengas miedo de dejarte llevar, limítate a seguir el ritmo y olvida todo lo demás.

Ya nos preocuparemos de la vuelta a casa cuando acabe el viaje, que aún quedan veintiún canciones y dos bises de camino.

Palabras ignoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora