Ikaros

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"One last thing I beg you please just before you go
I've watched you fly on paper wings half way round the world
Until they burned up in the atmosphere and sent you spiraling down
Landed somewhere far from here with no one else around
To catch you falling down
And I'm looking at you now"


  Durante un tiempo para mí no fuiste más que el perfecto ejemplo de idiota arrogante. Con tus altas expectativas y delirios de grandeza. "Volaré tan alto, ¿lo veis? Voy a tocar las nubes". El chico presuntuoso y engreído que roza el cielo por un momento, mira hacia abajo y ya se cree un estúpido dios. Porque ibas a volar lejos. Tenías tus frágiles alas de papel y esa absurda sensación de libertad. Parecías un maldito ángel, tal vez un demonio. Con ese porte orgulloso y la determinación brillando en los ojos. Como si nada pudiera derribarte, como si no llevaras el huracán a tu espalda. Pero la historia decidió que no estabas destinado a la inmortalidad.

  Desplegaste las alas, diste un salto de fe y alzaste el vuelo. Surcabas el cielo como un rayo, planeando bajo las nubes, acariciándolas con la punta de los dedos. Después decidiste arriesgarte, subir un poco más. Porque dos minutos en el firmamento bien merecen una eternidad vagando por las sombras. Porque también huías de tu propio laberinto particular, aquel del que ni el propio arquitecto conocía la salida. Por un momento no había ataduras. Los dioses quedaban demasiado lejos y la gravedad obsoleta. Ya no existía nada más que el zumbido del viento en tus oídos y el rugido del océano bajo tus pies, tan lejos que ni siquiera parecía real. Y aquel amargo regusto a libertad.

  Curioso el sabor de la libertad, ¿cierto? Aún recuerdo el olor a mar, la sal en los labios y el lejano alarido color muerte. Y ya no eras un dios, ni un relámpago, ni siquiera un demonio. Ahora eras mortal, y caías, y caías, y caías, y nadie estaba ahí para salvarte y todo lo que yo podía hacer era observar. Créeme si te digo que daría lo que fuera por haber llegado a tiempo. Porque al menos merecías que alguien amortiguara la caída.

  Probablemente fue entonces. En aquel preciso instante, mientras veía arder tus alas de papel y tu cuerpo cayendo en picado. De repente dejaste de ser el perfecto ejemplo de idiota arrogante para convertirte en un mártir, el primero de muchos. El joven soñador que naufragó a mitad de camino, sin poder llegar a tierra firme. El héroe que hizo lo imposible, que echó a volar, que alcanzó las nubes y acarició el sol. El chico que, por un breve instante, fue viento, relámpago y silencio. Es cierto que todo ello fue a costa de precipitarte al océano pero, ahora que lo veo desde aquí, me pregunto si realmente importó o si simplemente fue el salto a la siguiente aventura.

  Así que aquí estoy ahora, tratando de poner un punto  final a tu historia, intentando enjaular todo recuerdo de aquella mañana, de tus alas de papel calcinado hundiéndose en el agua salada y de tu última media sonrisa. Alguien me dijo hace tiempo que todo gran relato merece un final a su altura y, por mucho que duela admitirlo, creo que el tuyo lo fue. Desde que te fuiste, esto se ha vuelto más enrevesado y confuso, hay un monstruo en cada rincón y yo me siento cada vez más pequeña y perdida. Supongo que llegados a este punto ya solo queda conseguir plumas, alambre y algo de cera. No te ofendas, pero seguro que funciona mucho mejor que tus burdas alas de papel. Porque te prometo que yo sí voy a conseguirlo. Por ti. Voy salir de aquí. Voy a volar bien lejos de este puto laberinto.

Palabras ignoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora