Locura y Caos

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So tell me now
If this ain't love then how do we get out?
Because I don't know
That's when she said I don't hate you boy
I just want to save you while there's still something left to save
That's when I told her I love you girl
But I'm not the answer for the questions that you still have


Entonces llegó Caos, con el pelo revuelto y una sonrisa distraída. Se sentó junto a ella y le habló. Le habló de los cráteres la luna, de todas las muñecas rotas que había conocido. Habló de mundos imposibles, de la belleza que radica en la catástrofe. Le dijo que sabía cómo atravesar las puertas de la muerte y regresar. Le habló de cosas que jamás había visto, que tal vez ni siquiera existían. Le prometió desastres naturales. Y tan solo le pidió oír su voz.

Locura le habló del mar. Le habló sobre todos los artistas que habían acudido a ella, cargando con ellos cada una de sus mentiras. Mentiras de esas que no son mentiras, sino otra percepción de la realidad. Le contó a qué saben las noches insomnio, de qué color era para ella el cielo y cuántos años viven las tortugas marinas. Le habló sobre la chispa. Esa chispa que solo ella tenía y que otorgaba a unos pocos afortunados, para que alumbrara su mirada cuando solo quedara oscuridad alrededor. Porque, como Caos descubrió entonces, Locura era un refugio. Locura no recordaba haber tenido nunca un hogar, pero intentaba ser el de otras personas. Y Caos hacía tiempo que había quemado el suyo.

Fue entonces cuando todo cambió, y dejaron de ser Locura y Caos para ser Destrucción. Eso era lo que dejaban a su paso, fueran a donde fueran, hicieran lo que hicieran; Destrucción. Se justificaban diciéndose a sí mismos que uno no puede rehuir su propia naturaleza y cerraban los ojos a la verdad, repitiéndose con obstinación que no se puede crear sin destruir primero. Locura creaba cosas maravillosas e imposibles, cosas absurdas y poéticamente desastrosas; arte, al fin y al cabo. Al terminar cada obra se la enseñaba a Caos y no había vez que este no causara algún desafortunado accidente. Era después cuando, juntos, codo con codo, la reconstruían y esta se volvía aún más extraña e imposible, imperfecta hasta el punto de rozar la perfección. De algún modo, Destrucción dejó de representar algo horrible. Y ellos no parecían ser siquiera conscientes de lo que eran capaces de crear.

Por desgracia Destrucción jamás fue una palabra propia de finales felices, ni siquiera Locura o Caos lo son. Y esta no iba a ser la excepción. Se habían convertido uno en el hogar del otro, la brújula, el punto de partida. Juntos eran el huracán, un relámpago, el viento rugiendo en libertad. Pero la historia es un ciclo cerrado que tiende a repetirse, y nosotros no somos más que seres frágiles y olvidadizos que, por mucho que lo intenten, nunca aprenden de sus errores.

Porque Locura no recordaba haber tenido nunca un hogar. Y Caos hacía tiempo que había quemado el suyo.

Palabras ignoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora