La última parada

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El joven caminaba por la carretera, despacio, a su ritmo. Sabía que ningún coche pasaría por aquella perdida ruta de pueblo a las cuatro de la madrugada, así que no temía tener un accidente. Continuó caminando sin rumbo fijo, tan solo esperando llegar a la siguiente localidad.

Nada perturbaba su tranquilidad hasta que oyó el ruido del motor y se giró para ver llegar a la moto. Esta se paró a su lado.

—¿A dónde crees que vas? —le espetó el motorista sin quitarse ni siquiera el casco.

El joven solo veía de él sus ojos. Eran oscuros. Tanto que daban miedo. Daba la impresión que el alma que se podía ver tras ellos era igual de negra y terrible. Su voz grave y de algún modo familiar entró a través de los oídos del joven y se instaló en lo más profundo de él, entre sus más oscuros secretos y temores. Con solo cinco palabras había logrado asustarle como nadie había hecho antes.

—Hey tío, escucha, yo... No quiero problemas, ¿vale? Si lo que quieres es dinero no tengo ni un céntimo, de lo contrario no estaría caminando a estas horas por el medio de la nada, ¿entiendes?

El conductor se quedó callado unos instantes y luego soltó una sonora carcajada. El joven se estremeció. La risa era lo más escalofriante de aquel tipo.

—No me has entendido pequeño, yo tampoco quiero problemas. Solo era una pregunta —le miró a los ojos—. ¿A dónde crees que vas? —repitió.

El joven vaciló al comprender que no sabía la respuesta. No sabía a dónde iba. Se limitaba a seguir hacia delante hasta llegar al siguiente pueblo o ciudad y allí se las arreglaba para conseguir dinero de alguna forma poco legal y después malgastarlo en los peores vicios posibles. Cuando ya no había nada que hacer allí se limitaba a marcharse y seguir su dudoso camino.

—No lo sabes —comprendió el desconocido—. Bueno, no importa, yo sí lo sé. Te diré cuál es tu próxima parada. Si sigues por este camino (siempre puedes cambiar de rumbo), dentro de... No sé, unas dos horas, llegarás a una gran ciudad. Allí descubrirás todos sus ocultos y peores rincones, todos sus vicios, la desesperación, los problemas... Es la cuna de la frustración y el dolor, pero también del juego, el placer y la lujuria. Lo que hagas allí... Decidirá tu destino.

La cabeza del joven daba vueltas. Aquel tipo estaba decididamente loco. Sí, debía de ser eso. Abrió la boca para replicar, pero fue interrumpido.

—Aunque también puedes darte media vuelta y regresar al pueblo del que has venido para pagar por todas tus deudas, las estafas, las peleas... El asesinato...

El joven retrocedió asustado. ¿Cómo...? ¿Cómo sabía el todo eso? Sobretodo... eso.

Sin decir otra palabra el hombre arrancó la moto y se fue, perdiéndose en la oscuridad.

El joven se quedó quieto durante lo que pudieron ser veinte horas o veinte minutos, sin reaccionar. Finalmente decidió continuar su camino. No podía regresar, eso nunca. Nunca volvía a un sitio en el que ya había estado. Era... precaución.

***

El joven ya no recordaba apenas la conversación que había tenido lugar una noche en la carretera. En cambio, su interlocutor tenía prácticamente grabado en la mente cada palabra dicha aquella noche. Ahora solo le quedaba esperar.

Cuando el joven abrió los ojos una noche a las cuatro de la madrugada, exactamente un mes después del incidente, encontró inclinado sobre su cama un rostro escondido en una oscura capucha. Lo único que pudo ver fue un par de ojos negros y brillantes. De golpe todo regresó a su mente.

—Creo que ya he comprendido lo que querías decir —murmuró antes de que la sombra dijera nada—. Creo... Que ya sé quién eres.

—Vaya... Maravilloso, por fin un humano capaz de entender —el joven percibió la sonrisa en su voz—. ¿Sabes? Perteneces a un grupo muy reducido. Lástima que tengas que irte esta noche.

—¿No hay... ningún modo de alargarlo? ¿No puedes esperar unos meses? ¿Tiene que ser ya?

—Lo siento pequeño, yo solo estoy aquí porque tú lo has decidido. Te dije que podías cambiar de rumbo y no lo hiciste. También te dije que lo que hicieras aquí decidiría tu destino y lo único que hiciste fue comportarte como siempre. Lo siento, pero ya has tenido tu oportunidad, es demasiado tarde para arrepentirse.

—Muerte, si es que puedo llamarte así... ¿Puedo hacerte una última pregunta?

La Muerte tomó al joven en sus brazos.

—De acuerdo, será tu última revelación antes de abandonar la vida.

—¿Cómo se llama este lugar?

—Vaya, no te gusta ponerme las cosas fáciles, ¿eh? Esta ciudad es para todos la última parada en la que se decide si le espera una segunda, larga y próspera vida en el "más allá", como vosotros lo llamáis, o si sencillamente desaparece para siempre, como será tu caso. Para cada persona este lugar tiene un nombre diferente. Por ejemplo, para la ancianita a la que he recogido antes que a ti esto se llamaba Descanso.

¿Y para mí?

La Muerte clavo sus ojos sin pupilas en los del joven. Este tembló.

—Para ti... La ciudad se llama Perdición.

Lo último que vio el joven antes de morir fueron los dos profundos pozos de oscuridad que leían el fondo de su alma.

Palabras ignoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora