Whatevah

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Supongamos.
Supongamos que todo va bien, que la vida es asquerosamente bella, que nada puede hacernos caer.
Supongamos que somos fuertes, que llevamos la cabeza alta, que nunca nos dejaremos pisotear.

Ahora mírame. Mírame a los ojos y deja de suponer. Mírame a los ojos y júrame que no son solo fantasías. Abrázame fuerte y dime que todo es verdad. Dime que somos fuertes, que no podemos caer. Háblame de lo asquerosamente bella que es la vida, del azul del cielo en primavera, de cómo brillan mis ojos cuando sonrío o en, su defecto, de cómo brillarían si realmente recordara cómo sonreír de verdad. Prométeme que nunca te irás, porque tú y yo somos el jodido huracán y nada ni nadie puede parar al viento cuando grita. Dame algo de paz, al menos hasta mañana.

Después márchate. Vete. Aunque duela. Aunque llene tu buzón de poemas sin sentido y dibujos grises de dragones sin alas. Aunque las agujas del reloj dejen de girar. Y por favor, no intentes volver, porque si regresas no tendré el valor para pedirte que te marches de nuevo. Porque por mucho que joda, lo hará más si espero a que te largues por tu cuenta. Porque al final habrías acabado por irte sin decir adiós, sin disfrutar siquiera un último baile. Como todos hacen. Como yo haré algún día.

Palabras ignoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora