Capítulo 25

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Narra Luna.

- ¿Sigo sin ser suficientemente bueno?

- No es eso. - niego mientras me froto las sienes, y miro hacia la nada. - Es solo que... dios, Pedro, no te quiero, no siento nada por ti. ¿Qué es lo que se te hace tan difícil de entender?

Me levanto de la cama, y miro por la ventana del cuarto de Pedro, no es justo. Simplemente no es justo. Las personas me quieren, pero no me quieren los que quiero que me quieran, estos días me he comportado como una verdadera zorra.

¿Y por qué?

Porque es la única manera que encuentro de demostrar que no soy débil, cuando, realmente me estoy muriendo por dentro. Yo ya sabía las consecuencias de salir con Matteo.

¡Él es Matteo Balsano!

Mujeriego y sensual, seductor.

¡Mierda! ¡Estaba claro que iba a engañarme!

¿Por qué me sorprendí?

Ni yo misma lo sé.

Miro los ojos de Pedro, que me observan con pena.

¡Y le hice daño una vez más!

- No sabes cuánto lo siento, siento no poder quererte, como tú te mereces. Sencillamente lo siento, estos días solo he pensado en mí. Y no está bien, Pedro, no sabes cuánto lo siento. Siento haberte utilizado, siento haberme rendido, siento haberla jodido, siento haber sido débil y siento haber vuelto a joderte. Lo siento.

- No debes pedirme disculpas, simplemente... déjalo así.

- Lo siento.

- Tranquila.

Y entonces sus brazos rodean mi cuerpo frágil y roto. Y lo dice. Dice lo que quería oír con desesperación.

- Todo va a salir bien. Todo va a salirte bien.

Y entonces mis ojos empiezan a soltar lágrimas, como cataratas. Y siento como si fuera a explotar, mi cuerpo siente la necesidad de llorar, quiero a Matteo.

¡Maldita sea, lo quiero!

- ¿Por qué me ha hecho esto? ¿A caso no soy lo suficientemente buena? ¿A caso no valgo la pena?

- Lo vales... claro que sí...

***

No me siento orgullosa de todas las lágrimas y palabras que dije a Pedro, me mostré débil y yo no quería serlo. Cuando me tranquilizo me acerca a casa en su coche, al bajarme siento como mis pies se arrastran por el frío y sólido cemento, me siento tan... débil. Y no quería hacerlo, él me ha visto llorar como una magdalena y no quería.

¡Qué patética me siento!

Entro en casa, tras girar la llave en la cerradura, me siento tan estúpida. Y veo a mi hermano Sebastián.

- ¿Qué tal en casa de Arías?

- He dejado a Arías, no me veo bien con esto... no sé, simplemente no sé.

- Eso es una buena noticia. - sonríe. -No quería aguantar a ese idiota otra vez por aquí.

- No entiendo porque nunca te cayó bien, es un buen chico.

- Nadie podría hacerme pensar que es bueno para ti, y él claramente no lo es. De todos modos, eres mi hermanita, es mi deber buscar la perfección que te mereces. ¿Entiendes?

Asiento y me siento con él en el sofá, me quedo mirando la televisión, está viendo fútbol. Juega su equipo favorito contra sus rivales más odiados, ni siquiera sé de fútbol por lo que no entiendo los nombres, ni lo que dice el comentarista.

- Oye... - lo miro a los ojos y hago un asentimiento para que continúe. -Quiero enseñarte un sitio. ¿Me acompañas?

- Am... claro...

Mi hermano sonríe y toma las llaves del coche de la mesa del salón. O sea, tendremos que ir en coche, está lejos, me encojo de hombros, me levanto y sigo su camino, ahora estoy curiosa por saber qué es lo que va a enseñarme, sus ojos se iluminan cuando conduce, sé que Sebastián ama conducir, y eso me entusiasma, sonrío al verlo feliz y me dedico a mirar los monótonos y rápidos paisajes desde la ventanilla del coche, en unos momentos, que al parecer fueron más de los que pensé, veo un edificio alto, no sé qué es. Pero es bonito.

- ¿Qué es este sitio?

- Está abandonado. Es una torre antigua, en el centro, hay un lugar hermoso donde veras las vistas de la ciudad, pensé que, quizás, podrías ir a verlo conmigo.

- Sí... me encantará. - sonrío a mi hermano y me pongo en marcha.

Mientras subo las escaleras, pienso que cada escalón es una decisión, mal tomada que hace tiempo fallé, pienso en que estas escaleras serían la metáfora de mi vida, que me quedan muchos escalones y muchas decisiones... no sé, me apetece escribir poesía, cuando llego al final de las escaleras, abro la puerta con sumo cuidado y... lo veo.

Una mesa en el centro, velas perfumadas, dos platos, dos copas, dos entremeses y una hermosa vista, me maravilló.

- Wow... Esto es, oh dios... no sé qué decir...

- Si no sabes que decir, no digas nada.

Novios | LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora