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El ambiente en todo el bosque estaba frío, un frío que se colaba por tu piel hasta poder llegar hasta tus huesos, el silencio reinaba en el lugar y ni siquiera el sonido de los animales se hacía presente, cualquiera diría que era un día de invierno, pero estaba bastante lejos de serlo.

En medio de ese bosque se encontraba la cabaña que compartían Jayden y Kagekao, los cuales apenas habían dormido la noche anterior. El lugar estaba en completo silencio y ambos tenían demasiado frío. Kagekao fue el primero en levantarse de la comodidad de su cama, estaba un tanto alterado y quería despejar su mente antes de ir a la casa del pintor.

Eran aproximadamente las cuatro de la mañana y él ya estaba en la cocina, había decidido tomar algo del refrigerador para beber. Tenía demasiadas cosas en su mente, entre ellas estaba el deseo de que todo acabase de una vez por todas. Nunca se imagino que el hecho de que su señorita viviese con él traería tantas consecuencias, tal vez era el karma por separarla de su madre, o tal vez era el simple hecho de que la vida le estaba devolviendo la jugada. Tantas vidas que él había quitado por simple gusto. Era momento de pagar por todo ello.

Su mente estaba nublada y no se dio cuenta de que el tiempo pasó rápidamente, Jayden había llegado al lugar y no se sorprendía de que él estuviese ahí, mirando a la nada.

Tomó asiento a su lado, lo cual provocó que él saliese de sus profundos pensamientos y la mirase.

Kagekao: Buenos días- Saludó.

Jayden: Hola- Sonrió- ¿Qué quieres de comer?- Tomó su mano.

Kagekao: ¿Waffles?- Preguntó inseguro.

Ella asintió sin decir palabra alguna y empezó a preparar la comida, ahora que había recuperado sus recuerdos no sabía como sentirse. Estaba agradecida con Kagekao, y lo amaba más que a nada en el mundo. Pero también estaba esa pequeña parte de ella que quería saber lo que era ser una adolescente normal.

Cuando tenía diez años, ella se había quedado sola en casa y como siempre, Jack le había ido a hacer compañía. Ambos habían decidido ver cualquier cosa que estuviese en la televisión, y justamente cuando la habían encendido, apareció un programa un tanto peculiar para ella, dos chicas adolescentes que iban a la escuela y un pequeño grupo amigos esperaban por ellas. En ese momento hubo una confusión en la pequeña y cerrada mente de Jayden.

Pero con el tiempo consiguió ignorar esa pregunta.

Ella era feliz.

Aunque también estaba esa discusión y el síndrome del cual al parecer padecía, estocolmo si mal no recordaba. ¿Ella en realidad tenía aquel extraño síndrome?

No, estaba segura de que lo que sentía no podía ser por un maldito síndrome, lo que ella sentía hasta el fondo de su corazón era amor, estaba segura de eso. Nadie la haría cambiar de opinión. Nada, ni nadie.

Sin darse cuenta de cuando, ella ya estaba sirviendo en dos platos los waffles que había preparado, los puso en la mesa y sirvió jugo para ambos. Ninguno decía nada, los dos estaban demasiado ocupados tratando de aclarar sus pensamientos, uno tras otro, como una avalancha y llegaba para hacer que ambos reflexionaran.

Jayden: ¿De verdad me quieres tanto como yo a ti?- Su pregunta salió en voz alta.

Él la miró extrañado.

Kagekao: No sé que tanto me quieras, Jayden- Su tono era serio- Pero yo no te quiero- Pausó y el corazón de Jayden se detuvo- Yo te amo, y nadie puede detener lo que siento por ti, no importa si debo matar por ti, lo haré con gusto sólo para que tú estés bien-

La Cabaña (Kagekao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora