Epílogo

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Desperté.

Estaba oscuro y hacía frío en aquel bosque. Mi sueño anterior era demasiado borroso como para lograr recordarlo, pero ya era costumbre no poder recordar mis sueños, miré por la ventana y no vi ni una sola alma rondar por el lugar.

¿Qué hora era?

Me levanté de mi cama y caminé por el pasillo, llegué al baño y limpié mi cara, por alguna extraña razón habían lágrimas secas en mis mejillas, raro. Después de limpiarme, me dirigí a la habitación de la pequeña niña de diez años con la cual había estado viviendo desde ya hace poco más de tres años.

La niña dormía plácidamente y con una sonrisa en el rostro, entré en la habitación con cuidado de no despertarla y con cuidado le puse una cobija, ya que ella se la había quitado. Se había convertido en una costumbre lo que estaba haciendo, despertar luego de un sueño que olvidaría, lavar mi cara y ponerle su cobija a la enana dormilona a la cual empezaba a tomarle cariño desde hace ya un tiempo.

Me giré para irme a mi habitación y poder dormir otra vez. Caminé a paso lento y llegué, abrí con pereza la puerta y me recosté, cerré mis ojos y me quedé dormido. Poco duró mi sueño, ya que cierta niña estaba tocando a la puerta de mi habitación, fruncí el ceño y me levanté, no sin antes ponerme mi máscara, abrí la puerta y la miré desde arriba. La niña tenía su camisa manga larga color azul y su short del mismo color con estampado de elefantes, sus ojos estaban hinchados y sus mejillas rojas, ¿Por  era qué jodidamente adorable?

Kagekao: ¿Qué?- Pregunté.

Jayden: Señor Kagekao, tuve una pesadilla- Hipó.

Suspiré y abrí más la puerta dándole acceso.

Kagekao: Entra antes de que me arrepienta- Ella asintió.

Entró con la cabeza gacha y poco a poco caminó hasta mi cama, donde se recostó y cerró sus ojos. Yo por mi parte cerré la puerta y me dirigí también a mi cama, me acosté dándole la espalda y me dediqué a mirar la ventana por unos segundos, por un instante, pude escuchar una risa, la risa que le daba nervios hasta a Slenderman. Traté de ignorarlo, pero no podía, él atacará, tarde o temprano él volverá para atacarme y cobrar lo que alguna vez le hice.

Cerré mis ojos, tratando de dormir, pero los recuerdos de aquel día volvía a mi mente. La maté, maté a la persona que Jeff más quería.

Podía recordar como sus ojos me miraban suplicantes por no matarla, sus sollozos y lamentos por cada golpe que le daba... y la sangre brotando a mares por su estómago. Caitlyn, esa chica rebelde de la cual Jeff se había enamorado y la cual maté sin compasión.

Estaba a punto de caer rendido en el profundo sueño, pero nuevamente, la voz de Jayden me interrumpió.

Jayden: Señor Kagekao, nunca me deje-  La volteé a ver, encontrándome con que ella estaba profundamente dormida.

Nunca.

Nunca te voy a dejar, mi pequeña.

Caí rendido en el sueño, pensando en la pequeña que dormía junto a mí, nos esperan tantas cosas, no me importan los obstáculos, no importan las veces que peleamos, así como tampoco importan las opiniones de los demás. Lo único que importa es lo que sintamos el uno por el otro.

No existe el destino, ni tampoco las coincidencias, lo que sí existe es el amor que tenemos el uno por el otro. Eso es lo único que importará en nuestras vidas, mi niña. El amor que existe entre los dos, ese amor el cual no quería admitir, se apoderó de mí y sé que sin importar lo difícil que sea, viviremos para poder disfrutar de él.

Nunca dejaré que te lastimen, ni aunque te quieran matar dejaré que te lleven de mi lado, mi niña.

Y si llega el día, en el cual uno de los dos muere y yo no puedo hacer nada para evitarlo, entonces confío en que nuestros lazos se mantendrán, aún cuando estemos lejos el uno del otro. Los sentimientos se mantendrán y la felicidad junto con la nostalgia los acompañarán.

Te amo, Jayden Daniels.


~~~~El fin~~~~

La Cabaña (Kagekao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora