CAP 3

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Mycroft no se había movido del salón, incluso cuando escucho a Steven caminar furioso por los pasillos no se movió de su lugar, simplemente dirigió su mirada a la ventana para ver mejor la entrada de la escuela esperando. Como lo único que sabía hacer, esperar a que sus conjeturas fueran las correctas... y con deleite atisbo al chico castaño sonreír intacto en la entrada del edificio junto con sus amigos. Admiro de lejos su piel apiñonada, esas cejas profundas y enmarcadas, esos ojos azabaches, enormes y expresivos. Ese cuerpo joven y atlético. De alguna manera se sintió más tranquilo por verlo andar junto a sus amigos tan animado como seguramente era su costumbre "Qué envidia ser ese chico".

-¿Te gustaría ir a ver el partido?- La voz de la chica con el celular lo interrumpió de sus pensamientos.

- No.- respondió con franqueza Mycroft viendo cómo se perdía el chico en la lejanía. Se encontraba un poco fastidiado de todo eso del partido y agradeció de antemano que la chica fuese tan reservada y que hablara menos que los demás ya que conversando con las personas comunes él se consideraba un asco. No había necesidad de hablar si no se pretendía llegar a un fin en común.

- Van a jugar con un equipo muy bueno, tal vez pierdan, deberías ir.-

Mycroft considero y medito en silencio lo que la chica castaña le acababa de decir. Era cierto que interiormente deseaba que el equipo de su secundaria perdiera, quizás así de una vez pararían de bobear; pero ir a ver su inminente derrota, eso significaría caminar hasta las gradas y ver al estúpido de Steven Gerrard perder y seguramente con quien pagaría su mal día seria con nada más y nada menos que con su rechoncho cuerpecito.

- ¿Cómo sabes lo que me gustaría?- pregunto moderadamente sin quitar su mano de su mejilla y sin dejar de ver por la ventana.

- Porque siempre veo cómo te molestan los del equipo de fútbol, quizás no diga nada o lo haga pero no estoy ciega, he querido intervenir muchas veces sin embargo ya vez, solo soy una chica y nada más, me darían una golpiza las porristas. También conozco a tu hermano, al parecer los dos son todo un caso.-

- ah...- soltó con tranquilidad Mycroft. Internamente quedo muy sorprendido por la sinceridad de aquella adolecente, no se esperaba que alguien cuando menos haya querido intervenir por él, pero no creyó necesario agradecer por eso – Haz hecho bien en no entrometerte, fue algo muy inteligente de tu parte aunque bueno, no iré a ver el partido de todas formas.-

- No iras solo. Te acompañare, claro si no te molesta.-

Mycroft se quedó en silencio un momento, reconsiderando la petición de la chica. De la nada su curiosidad casi inexistente afloro en su pecho, era su oportunidad de volver a ver al chico de los baños y averiguar si estaba completamente bien. No es que estuviera preocupado por ese joven, claro que no, solo quería darle las gracias y no dejar cabos sueltos.

Para Mycroft no fue un reto averiguar que ese chico era un jugador de futbol, solo era cuestión de observar su físico y esas fuertes y largas piernas para saberlo. "Less" jugaría, o cuando menos estaría sentado en la banca. Ahora sí que se moría por ir a ver el estúpido y aburrido partido de fútbol.

Resignándose por su curiosidad redescubierta tosió levemente y se aclaró la garganta para empezar a caminar – ¿Vienes?- pregunto sin cambiar su tono de voz, pero se escuchó más a una orden que otra cosa.

Cuando llego se detuvo en la sombra de un árbol. Mycroft no era de los que apreciasen el sol en toda su magnificencia, odiaba cuando los rayos dorados le quemaban su piel, tornándola de un rojo insoportable.

Con solo pararse empezó a observar el rostro de cada uno de los jugadores. Observo con repugnancia la dicha de Steven cuando ambos cruzaron miradas y su arrogancia manifestarse sin contenerse, parecía un perro sin correa. Observo varios rostros más, pero no estaba aquel que buscaba, no estaba el chico con canas por el que había ido a realizar todo ese sacrificio de plantarse en un lugar lleno de personas apestosas y ruidosas. Su esfuerzo se venía abajo de nuevo, en definitiva, su mala suerte lo acompañaría hasta su muerte solo por no ser como los demás. Entonces su corazón dio un vuelco de alegría al mirar a ese chico de cabello castaño y mirada cariñosa aparecer por uno de los costados, seguido de sus compañeros de equipo para dirigirse como era costumbre al centro de la cancha. Cuando aparecieron los susodichos, varios estudiantes de la secundaria de gobierno y varias mujeres silbaron y vitorearon al chico castaño como si fuera un héroe. Mycroft se sintió más satisfecho al saber que no estaba equivocado y sus sospechas sobre que aquel chico era uno de los jóvenes más atractivos y populares de sus contrincantes, incluso era uno de los jóvenes más guapos que había visto en su vida, con la sonrisa más esplendida que jamás había visto.

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