Capítulo 2.

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Capítulo 2

Me repetí las suficientes veces que no estaba loca, hasta que comencé a pensar que quizás sí lo estaba. Regresé a las pocas clases que me faltaban en modo zombie. No quise mencionarle nada a Maia. Quizás porque seguramente iba a ir por ahí gritando y preguntando si alguien no había visto a una figura en una capa negra. Conozco lo suficiente a Maia como para saber que es capaz de decirle a la cocinera de la cafetería que existe algo llamado crema depilatoria que se pueda utilizar para eliminar el vello facial. Uhg.

Con el montón de tareas que nos mandaron a casa, logré distraerme y de olvidarme del chico de la capa. Sonó el timbre de fin de clases y los estudiantes salieron por la puerta como rebaño de ganado.

Tenía adelantada la mayoría de las tareas, así que me dirigí a mi casillero para dejar mis libros allí y encargarme de ellos a partir de mañana.

Coloqué mi combinación y mi casillero abrió estrepitosamente. Metí los cuadernos que tenía en la mano y saqué los libros de mi mochila. El último que quedaba en la mochila era el que el chico de la capa había bajado para mí. Apenas me lo había entregado lo había tirado en mi mochila; quizás por miedo a que explotara o algo así. Nunca se sabe.

Pero seguía allí, como cualquier libro normal.

Uno, dos, tres...Lo tomé y lo tiré en el fondo de mi casillero. Cuando estaba por irme, una corriente me detuvo, antes de cerrar el casillero. Como si algo me detuviera. Solo por instinto o quizás por locura, lancé mi mirada nuevamente al fondo del casillero y...Bueno, no sé si era gracioso, pero estaba una capa negra doblada encima de todos los libros que había lanzado dentro recientemente. Y aunque estaba segura de que había hecho un desastre tirando los libros, la capa seguía doblada perfectamente encima de mi libro de historia. Como si hubiera sido colocada recientemente allí.

Casi salgo corriendo como alma que lleva el diablo.

Llegó el momento en que pensaba que quizás todo eso era una broma de algunos de los chicos que aún tienen el cerebro del tamaño de un maní, pero aún así ellos no tienen la suficiente mente como para planear algo así. Sus bromas consisten en conchas de bananas en los pasillos.

No sé si alguien en mi lugar hubiera salido corriendo, pero yo tomé la capa y la guardé cuidadosamente en mi bolso.

Maia me esperaba recostada en mi auto. Cuando me acercaba a ella, vi que miraba su reloj y chasqueaba la lengua. Cuando me le fui acercando, puso los ojos en blanco.

–¡Dios! ̣–Exclamó.–¿Por qué tardaste tanto? ¿Acaso había cola en tu casillero? –Le saqué el dedo medio en un gesto de diversión y subimos al auto, para dirigirnos a la clínica donde se encontraba Melanie.

**

Seguía lloviendo a cántaros aún cuando bajamos del auto y corrimos hacia la entrada de la clínica. Para cuando estuvimos bajo techo, la mitad de nuestra ropa ya estaba empapada.

Dios, dejara de llover. La humedad hace que mi cabello tenga frizz.

Bueno, quizás esperaba que dejara de llover. Lo que realmente no me esperaba era que REALMENTE dejara de llover.

El cielo se fue despejando poco a poco, alejando las nubes grises y mostrando un pintoresco día soleado, como lo había estado en la mañana a primera hora. El sol de las tres de la tarde se posó en el cielo, como diciendo "ey, solo estaba tomando un siesta".

Magos de Mina: La Piedra de Nami (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora