Capítulo 11.

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Capítulo 11

Bien, me estaba perdiendo de algo.

Hasta donde yo tenía entendido, soy hija de Julia y Clarsson Logde.

Pero siempre te has preguntado por qué no te parecías a ninguno de ellos. –Aclaró mi subconsciente.

Odio cuando tiene razón.

–Yo...–Sacudí la cabeza. –Mire, señor, tenemos algo de prisa, ¿Sí? ̣–Señalé mi auto. –No puedo ver nada por la niebla, así que... ¿Podría quitarla? –Casi le hice ojitos.

–Oh, pero si tú sabes cómo deshacerte de ella, Clea Logde. –El hombre ladeó la cabeza, pensativo. –Lo has hecho algunas veces. –El hombre se apartó de enfrente de mí, y con su mano, me invitó a seguir delante del. – ¿Necesitas saber más? Ciudad Niebla está abierta para ti.

Miré a los chicos. –¿Ustedes no vienen?

–Los magos de La Casa de La Unión no son bien recibidos aquí. –Dijo el hombre, con su voz más rasposa de lo normal. –Pero si están contigo, portadora de los cuatro elementos, puedo hacer una excepción. –El hombre dio una media vuelta y se adentró en la niebla.

Lancé una mirada hacia los chicos antes de seguir. –Quizás yo debería ser su asistente de relaciones sociales.

Ryder sacudió la cabeza.

–¿Qué es eso?

–Olvídalo. –Puse los ojos en blanco.

**

Aun no entiendo por qué los magos le dicen "ciudad" a un pequeño pueblo. Ciudad Niebla tenía unas cuantas calles de casas, quintas de madera pulida, como las de Wickdale, a excepción de que este lugar está...bueno, cubierto de niebla. Algunas personas en túnicas grises caminaban por las calles, algunas solo estaban sentadas fueras de las casas. Algunos lugares desprendían humo del techo. Sí, sabía que era humo porque era mucho más gris que la niebla.

No parecían ser magos muy poderosos.

–Los magos del clima no solemos ser muy útiles en batallas. –Explicó el hombre –no quiso decirme su nombre–, mientras caminábamos. Miró por encima de su hombro a los chicos. –No somos como los magos de La Casa de La Unión. Preferimos mantenernos apartados de las guerras. En cambio, fabricamos armas; lanzas, espadas, ballestas y otras más. –Se detuvo frente a una quinta de la hilera de la derecha; era igual que las otras, de madera pulida, ventanales y puertas altísimas.

El hombre pisó el umbral de la puerta y esta se abrió de par en par.

–Pasen a adelante, por favor. –Iba a pasar de primera, pero Ryder me detuvo. En cambio, entró el primero.

La quinta tenía una decoración lúgubre; tenía unos desgastados muebles de tela, mesitas de madera que parecían tener más años de antigüedad de los que aparentaba, alfombras de piel de tigre, algunas que otras macetas con pequeñas palmeras o flores y cuadros con diferente paisajes brillantes que desentonaban con el resto de la decoración. El hombre se dirigió a un lugar particular de la sala de estar; a una esquina, en donde tenía una manta beige estirada en el piso con cojines de color mostaza, azul marino, negro, verdes y rojos. Se sentó con las piernas cruzadas encima del cojín negro más grande y nos invitó a sentarnos en los cojines del mismo color que estaban ubicados en frente de ellos. Me senté de primera y los chicos se miraron entre ellos antes de seguirme, como preguntándose si de verdad iban a seguirme.

–El camino que vas a seguir es muy peligroso. –Dijo el hombre, entornando sus hundidos ojos en mí. –Puede ser que tus amigos mueran antes de llegar al este. –Miró a mis compañeros. –¿Desean seguir el triste destino de la hija de Mina?

Magos de Mina: La Piedra de Nami (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora