Capítulo 15.

2.8K 347 20
                                    

Capítulo 15

Desperté cuando sentí unas manos removiendo mi hombro.

–Ey, pequeña doncella. Despierta. –Reconozco esa voz.

Abrí mis ojos y los entorné en la persona que me hablaba; sin duda era el obstinadamente sexy director de La Casa de Los Hermanos, con su radiante cabello castaño y sus ojos azabache que brillaban y contrastaban perfectamente con su deslumbrante sonrisa rompe–bragas.

Pensaba encontrarme nuevamente con el dolor en mi cuerpo; el que me había causado Anna, pero no sentí nada de dolor. Sentía mis piernas, mis brazos y el resto de mi cuerpo cansado, pero no sentía ningún tipo de dolor. Cuando lo miré fijamente, su sonrisa se anchó.

–¿Qué haces aquí? –Murmuré.

–Aproveché a que nadie estaba cerca de ti para hablar contigo. –Dijo. –Ah, y curé tu dolor. Debió haber sido insoportable, y yo no dejo que una hermosa doncella tan poderosa sufra en mis narices. Bueno –Sonrió –, a menos que esté sufriendo por mí. Amo que sufran por mí.

Me senté con la espalda recta.

–¿Dijiste que quería hablar conmigo? –Le recordé.

–Ah, sí. –Asintió.̣–Quería decirte que La Casa de Los Hermanos y Ciudad Niebla han vuelto a estrechar lazos con La Casa de Unión. Y quería decirte que es gracias a ti.

Ladeé la cabeza. –¿Gracias a mí?

–No tengo idea de qué te habrán contado los obstinados de Ryder, Erika y Jeff, pero yo soy una persona muy generosa y bondadosa. –Hizo con sus dedos el signo de la paz. Se encogió de hombros, al ver que tenía una expresión confundida en mi rostro. –No me cae Marcos, pero mi Casa le prestará su fuerza a La Casa de La Unión solo porque tú estás aquí. Pero...–Me miró lascivamente, mientras mordía su labio inferior. Odiaba admitirlo, pero sobrepasaba los límites de chico perfecto. –A menos que tú quieras unirte a mi casa...

–Ni loca. Además, son solamente chicos.

Alzó las manos, fingiendo derrota. –Está bien. Debía intentarlo. –Sonrió, y luego frunció el ceño. –Alguien viene. –Se levantó y se acomodó la capa. –Si te preguntan –Me lanzó un guiño –, no me has visto. –Se dirigió hacia el balcón y saltó de allí. Ni siquiera me preocupé porque pudiera romperse una pierna.

En efecto, segundos después, Erika apareció en el umbral de la puerta.

Iba hermosa, como siempre. Vestía debajo de la capa negra un hermoso vestido largo color marfil descotado y con algunas lentejuelas que lo hacían resplandecer. Su cabello morado iba atado en una cola de caballo y sus ojos del mismo color iban maquillados a tal punto que se veían gigantescos. Me pregunté qué clase de maquillaje usaba.

–Ey, hola. –Saludó, con una sonrisa. Cuando se fue acercando a la cama, se detuvo en seco. –Tú... –Ladeó la cabeza. ̣–Estás curada, ¿A dónde fueron tus heridas?

Me encogí de hombros, fingiendo inocencia.

–Cuando me desperté estaba así. –Una cosa que tienen que saber sobre mí; soy un asco mintiendo. Erika me miró extrañada, pero quizás no quería darle largas al asunto.

–Fue Alex, ¿No?

¿Qué decías sobre que no quería darle largas al asunto? –Se burló mi subconsciente.

Subconsciente idiota.

Me encogí de hombros. –No lo sé. Esperaba que hubiera sido alguno de ustedes.

Ella sacudió la cabeza. –Nadie en esta Casa tiene permitido usar poderes de curación a menos que esté autorizado por el director.

Mierda.

–Oye, yo...–Erika me silenció con la mano.

–Mira, no sé qué intenciones tenía Alex, pero te recomiendo, de verdad, que no te acerques demasiado a él. Mantenlo en una distancia considerable. Los Hermanos pueden ser los peores enemigos si se lo proponen.

Me estremecí de pies a cabeza.

–Ya estás advertida. –Concluyó. Cuando se acercó aún más, hasta sentarse en el borde de la cama, a mi lado, me percaté de que tenía una tela gris larga doblada encima de su antebrazo. –Tengo algo para ti. –Debajo de la tela gris se encontraba un vestido verde. Era precioso; parecía ser corto, deducía que llegaba a la rodilla. Tenía pliegues dorados y encaje en el la parte superior.

La miré, confundida.

–Es...bonito.

Ella lanzó una risita. –Es para ti, tonta.

Mi semblante de asombro debió valer oro. –¿Para mí?

–Bueno...–Se removió incómoda. –Han pasado cuatro días desde que regresamos. Está empezando el atardecer. ̣–Señaló el balcón con el dedo, y, en efecto, se estaba formando una hermosa puesta de sol que se contemplaba desde mi cama.

Espera.

–¿Cuatro días? ̣–Erika asintió.

–Despertaste ayer. Estuviste casi tres días inconsciente.

–Soy una inútil. –Chillé.

Perfecto, Clea. Casi tres días postrada en una cama. ¿Hay algo de "salvadora" en eso?

–Ey, no digas eso. –Me consoló Erika. Levanté la mirada y la vi sonreír. ̣–Eres realmente genial. Y poderosa. Deberías darte el puesto que te mereces. Además, ahora puedes empezar a entrenar para controlar mejor los elementos. –Su sonrisa se anchó aún más. –Cuando termines el entrenamiento, serás casi temida por todos.

Cuando se dio cuenta de que no me alegraba como ella, su sonrisa se congeló.

–¿Que pasa? –Preguntó. Sacudí la cabeza. –¿Acaso no...?

–No lo sé, Erika. –Murmuré. –Tengo...miedo de lo que pueda encontrar si me quedo. Ryder me dio...me dio la opción de quedarme, pero también me prometió que al conseguir La Piedra, La Casa me dejaría en paz y que no estaba obligada a ser maga como ustedes.

–¡Pero si naciste para esto! –Chilló, mientras se levantaba. –¿Qué harás con tus poderes? ¡Muchos de nosotros mataríamos por manejar los cuatro elementos!

–Siento que no pertenezco aquí. –Murmuré. Erika suspiró para calmarse.

–Lo siento. –Volvió a sentarse a mi lado. –Es solo que...nosotros pasamos toda nuestra vida entrenando para manejar nuestros poderes. Algunos nacen sin ellos y pasan por un proceso inimaginable para conseguirlos. Y tú, que tienes tanto poder, ¿No lo usarás? ¿Regresarás a tu hogar sin haber hecho uso de lo que se te ha dado? Tampoco estoy obligándote a que te quedes, solo...piénsalo una vez más.

–Quiero regresar a casa. –Farfullé. –Quiero ver a mis padres, a mis hermanos, a Maia...–Se me cortó la voz. ¿Realmente quería irme? ̣–Denme tiempo para pensarlo mientras estoy allá. Si quiero volver...ustedes serán los primeros en saber.

Erika me dedicó una sonrisa cálida. ̣–Si es lo que quieres. Pero...–Levantó el vestido. –Me casaré hoy, Clea. –En su cara se dibujó una ancha sonrisa. Pero no parecía una sonrisa de felicidad. Parecía una sonrisa fingida.

Y seguramente la sonrisa que le devolví yo también salió fingida.

¡Se casará hoy!

¡CON RYDER!

Magos de Mina: La Piedra de Nami (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora