Capítulo 12.

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Capítulo 12

Iba a casi a 110kph. Si mi madre me viera conduciendo a esta velocidad sin cinturón de seguridad –porque no lo tenía puesto–, seguramente le hubiera dado un infarto.

Ryder miraba nerviosamente hacia atrás.

–¿No puedes hacer que esta cosa vayas más rápido? –Parecía nervioso. La mirada fulminante que le lancé no fue normal.

–¿Qué crees? ¿Que esto es un ferrari? Es un camaro clásico de colección del 92. –Pero me ignoró completamente.

–Esas criaturas son demonios del infierno. –Dijo Jeff, con un hiladillo de voz. ̣–Los cazadores son muñecos de porcelana al lado de los perros del aire.

–Uhg. Eso no suena bonito. –Pise más el acelerador.

Ryder bajó la ventanilla y empezó a trepar fuera.

–¿Qué haces? –Chillé. –Es peligroso.

–Necesitamos hacer que dejen de seguirnos. –Gritó por encima del viento. –Tu sigue en línea recta y no hagas que un árbol me quite la cabeza. –Miró a Jeff. –Dame una mano.

Jeff sonrió. –Con gusto. –Imitó el movimiento de Ryder. Ambos estaban sentados en las ventanas con medio cuerpo fuera. Las manos de Ryder se volvieron azules; una llamarada gigante apareció en la palma de su mano. El resplandor de las llamas hacía que sus ojos se vieran casi grises.

El viento comenzó a hacerse más fuerte. Me preocupaba que Ryder y Jeff salieran volando como globos.

–Están cerca. –Anunció Erika. –El viento se está haciendo más pesado. Necesitamos perderlos.

–¡Estamos trabajando en eso! –Gritó Jeff. Parecía estar haciendo algo con sus manos pero no podía quitar la mirada del camino. Jeff lanzaba llamaradas de fuego azul, pero no daban a parar a ningún lado; se evaporizaban con el viento.

–¡El viento está demasiado fuerte! ̣–Chilló.

–Haré un escudo. –Dijo Erika. Por el retrovisor vi como sus ojos morados cambiaban a grises. Pero antes de que pudiera hacer el escudo, pasó por mi lado unos de los perros a una velocidad increíble, haciendo que el auto se tambaleara fuertemente. Tuve que hacer una maniobra para que el auto no se volcara. Por mi retrovisor vi una gran raya que iba desde la parte trasera hasta mi puerta.

–¡Estúpidos perros! ¡Lo pinté el mes pasado!

–¡Está listo! –Gritó Jeff. –¡Ryder, cúbreme! ̣–No sé de donde rayos habían salido, pero Jeff tenía en sus manos un arco y una flecha lista para ser disparada. La punta de la flecha brillaba de un color verde enfermizo. No sé cómo lo hacía, pero lograba mantener el equilibro allí sentado. Apuntó hacia el cielo y tiró la flecha. Instantáneamente, unos lloriqueos perrunos hicieron eco en mis oídos.

–¡Funcionó! –Dijo Ryder, mientras sonreía.

–Faltan dos. –Dijo Erika. Estaba sudando demasiado. El escudo parecía estar funcionando a la perfección, porque la brisa no era muy fuerte alrededor del auto, y una capa gris–blanquecina rodeaba el auto.

Pero los perros se estaban alejando. Moví la palanca de cambio, pisando el acelerador para poder alejarme lo más pronto posible.

Me hubiera gustado decir que dejamos a los perros atrás.

Pero no.

Uno de los perros aterrizó con un estruendo a unos metros del auto. Tuve que pisar a fondo el freno y maniobrar el auto hacia la derecha parar no estrellarme contra la gigantesca mole. Ryder se metió dentro nuevamente, pero con el impulso del freno, había quedado de cabeza y Jeff terminó encima de Erika.

Magos de Mina: La Piedra de Nami (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora