Capítulo 13.

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Capítulo 13

Tuvimos que bajar del auto y caminar hacia la entrada del este.

–¿Enserio no le pasará nada si lo dejo aquí? –Ryder rodó lo ojos.

–Se ve inofensivo, nadie le hará nada. Ya esta es la novena vez que te lo digo.

–Pero es que no está asegurado. –Protesté. –Es muy viejo. Y es de colección.

–¿Podemos apresurarnos? –Dijo Jeff, con una sonrisa sarcástica en la cara. –Quisiera regresar a casa.

–Díselo a ella. –Dijo Ryder entre dientes. Me hice la sorprendida.

–¿Perdona?

–Ya. –Todos miramos a Erika. –Cállense. Los dos. Por favor.

Decidimos quedarnos en paz. Bueno, yo no podía estar en paz. Primero; había dejado mi auto en medio de un camino de barro debajo de ramas secas. Segundo; el camino que daba al este estaba lleno de huesos de esqueletos, calaveras y algunos restos de...cosas que no pude ni quise identificar. Sin mencionar que parecía que tenías el cielo rojo a centímetros de tu cabeza. Y sin ni siquiera mencionar los cuervos y los diferentes tipos de aves siniestras que volaban encima de nosotros.

–Son mutaciones. –Dijo Jeff. Cuando lo miré confundida, tuvo la amabilidad de explicarme –: son aves que quizás volaban cerca de aquí, que con el miasma del lugar y seguramente con el poder que expulsa La Piedra tuvieron transformaciones. Como los cuervos de ojos rojos, las palomas con colas de fuego y las águilas con el triple de tamaño.

–Son horribles. –Balbuceé.

Ryder, que iba a la cabeza, se detuvo repentinamente y nos hizo señas para que guardáramos silencio.

Se escuchaban hojas secas crepitando. Como cuando alguien las pisa. Jeff desenvainó sus espadas y Ryder invocó su fuego azul. Por instinto, me preparé mental y físicamente para utilizar cualquier de los elementos.

Una figura apareció repentinamente enfrente de nosotros. Tenía una capa blanca detrás de los hombros y caminaba lentamente. Estaba rodeada de un humo grisáceo que se movía al compás de su caminar. Detrás de la figura, se divisaban humo, figuras grandes y robustas, que hacían un ruido estrepitoso al caminar.

Cuando se fue acercando aún más y se iba dispersando un poco el humo, se dio a conocer el rostro de la figura.

–¿S–Srta. Anna? –Tartamudeó Ryder. Los demás estaban tan patidifusos como él.

Sin duda era la odiosa directora de La Casa de Las Hermanas.

Nos sonreía engreídamente. Tenía debajo de la capa blanca un vestido rojo que tenía una abertura en la pierna derecha, con las mismas enredaderas que le había visto la primera vez. Su elemento debía ser la tierra.

Caminó hacia nosotros, resonando sus pasos. La sonrisa no se borraba de su rostro. Detrás de ella, se abría un mini ejército de demonios; habían una docena de cazadores, como aproximadamente 20 perros del aire, criaturas humanoides con alas, cobras con el doble de tamaño, y otros demonios que realmente no quise mirar.

–Tú me dabas mala espina. –Solté. La Srta. Anna sonrió.

–Esperaba que no llegaras, Clea, pero creo que te subestimé. –Sus ojos verdes brillaron y el viento ondeó su cabellera castaña clara.

–Eso no me lo dicen muy a menudo. –Dije entre dientes.

–Tú robaste La Piedra. –Pronunció Ryder, aún sin poder salir de su asombro. –Y además, las estás usando para...estos fines. –Dijo, con una mueca de disgusto.

Magos de Mina: La Piedra de Nami (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora