Capítulo 14.

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Capítulo 14

Soñé con una persona que no conocía.

Era una mujer; era muy menuda, con cabellera rubia como la de Mina y ojos de un gris verdoso. Para mi rareza, no vestía una capa, solo un sencillo vestido largo descotado de color negro, así que deduje que no era maga, pero también me percaté de que no era el mundo humano, que aún seguía en Mina.

La mujer tenía un bebe envuelto en una manta negra en sus brazos. Ella caminaba lentamente por un camino de rocas con árboles en los costados, parecía ser el bosque. Siguió caminando hasta que se detuvo debajo de unos de los árboles, que parecía resplandecer más que los otros que lo rodeaban, teniendo en sus hojas diferentes tipos de flores y rosas de todos los colores. La mujer se detuvo en el tronco del árbol.

Era la tumba de Mina.

En el tronco del árbol estaba escrito su nombre y el nombre de su esposo; Eduardo Tepes y la grama y las flores alrededor del árbol eran hermosas, de todos los colores y variedades.

La mujer se arrodilló entre lágrimas. Sus grandes ojos gris verdoso estaban rojos e hinchados, y deducía que el vestido negro era por el luto. Colocó al bebe encima de la grama de flores. El bebé se removía tranquilamente, con los ojos gris verdoso, muy abiertos y sus pequeñas manitas cerradas. Sus ojos como los míos, como los de Mina y como los de la mujer.

La mujer encerró su dedo índice entre la manito del pequeño, mientras sonreía entre lágrimas.

–Tu madre hubiera querido que estuvieras alejada de todo esto, Clea. –Murmuró.

¿El bebé se llamaba como yo?

–Ella no hubiese querido que caminaras por estos caminos de tierra impregnados de demonios. Lo único que puedo hacer por mi difunta hermana, es asegurarme de que su descendencia tenga una vida merecedora del esfuerzo de ella. –La pequeña comenzó a removerse mientras reía. La mujer ladeó la cabeza, entre lágrimas, pero estaba sonriendo. –Lleva una vida tranquila, con una familia que te ame tanto como te amaba tu madre y tu padre. Vive feliz, Clea. –La mujer sonrió, apretó el dedo de la pequeña en su mano y en cuestión de segundos, la bebe ya no estaba.

**

Sentí algo frío en mi frente.

Estaba volviendo en mí. Estaba tendida en la misma cama en la cual había despertado la primera vez que vine a Mina. Sentía mis manos entumecidas y sentía como si hubiera sido usada de pera de boxeo. Abría los ojos lentamente, acostumbrándome a la tenue luz que tenía encima, que provenía de un candelabro con velas.

Volví a sentir el frío en mi frente. Cuando logré enfocar mi vista, divisé a Ryder; sus ojos gris azulado, su cabello negro azulado, sus perfectas facciones y sus labios carnosos. No tenía la capa encima de sus hombros; estaba usando un sueter de lana gris con unos jeans desgastados.

Se percató de que tenía los ojos abiertos. Quitó el pañuelo de mi frente y me sonrió.

–Hola. –Murmuró, con una sonrisa.

–Hola. –Balbuceé de vuelta.

–¿Cómo te sientes? –Preguntó, mientras tiraba el pañuelo en una pequeña ponchera de aluminio que reposaba encima de la mesita de noche.

–Como si hubiera dormido en vidrios. –Farfullé. Él rió, e intenté seguirlo. Pero la sonrisa se desvaneció lentamente de su rostro.

–Estaba...–Se cortó. –Estábamos preocupados. –Murmuró, con el ceño fruncido. –Caíste en mis brazos y no reaccionabas. Habías perdido demasiada sangre. No sentíamos tu pulso...–Sacudió la cabeza. –Fue un momento de desesperación.

Magos de Mina: La Piedra de Nami (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora