Séptimo paso.

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Samyra.

-¿Que cantas en la ducha?.-fue la primera pregunta que se le ocurrió a Wilmer hacerme.

Le miré dudosa y estupefacta, enarqué una ceja inquisitiva. Fui analizando sus rasgos perfectos, sus ojos azules totalmente ingenuos ante cualquier comentario sarcástico. El clima estaba bastante raro hoy, las nubes se arremolinaban en el cielo como parvadas apunto de generar lo que venía siendo un día nublado. Lo opaco del día y su piel fina hacia un increíble contraste con el conjunto que traía puesto.

-No canto .-le dije finalmente recordando la estupida pregunta.
Sus ojos estaban a reventar de curiosidad.

-¿No cantas? Venga, todo el mundo canta.-me dice desafiándome, obviamente un intento fallido.

-Voy a lo que voy, y voy a ducharme, no a dar un concierto a los shampus y jabones.

-Que aburrido es tu baño.

-Niño, vamos, entiendo qué tengas dudas acerca de yo bañándome, pero te aseguro que si lo quieres averiguar a fondo, con gusto te lo permito.-le dije y sonreí como en mucho tiempo no había sonreído, claramente confundida, dejé mi expresión vacía.-¿Es todo lo que quieres saber?

-Es lo primero que se me ocurrió.-me contesta sinceramente.

-El tiempo corre y llegamos a nuestro destino.

En cuanto termine parece que se le había olvidado que estábamos en camino a clases. Y como crío perdido pasa con la mirada desesperado a todos lados buscando señal de vida, lamentablemente ya me eh ocupado de eso.

-¿Buscas ayuda? Wilmer, sabes que no te voy a matar, ¿verdad?

Sobresaltado por mi comentario, se fija en mi más tiempo de lo estipulado, su mirada trata de ver más allá de mí, la sostengo sin ningún esfuerzo.
Está bastante nervioso y no lo quiere admitir. El orgullo es un comportamiento normal y monótono de todos los seres humanos que me rodean, me consideraría parte del círculo.
Unos segundos más y su nerviosismo empieza a expandirse llegando a mi. Exasperada acelero mi paso para llegar a la coordinación, donde todos los de nuevo ingreso van a registrarse.

-Hey, oye.-le dije a Wilmer, cuando oyó mi voz se volteó hacia mí con ojos llenos de brillo, rezando de que mi cara no se viera igual, seguí.-la coordinación está a 15 pasos, en el edificio que está justamente enfrente de ti, creo que ya puedes seguir tú solito.

-¿Por qué siempre te tienes que ir?.-pregunta enfatizando cada palabra que pronuncia.

Le miro y le dedicó una sonrisa tímida.- No siempre tengo bajo la manga las respuestas que quieres escuchar.-le dije y sin despedirme caminé en sentido contrario lo más apresurado, sin saber por qué la velocidad.

Los alrededores se empezaron a llenar de adolescentes; unos mayores que otros; llenos de esperanzas, algo inevitable.
Mis ganas de hablar con personas estupidas como Emma, Hugo y los demás que me rodean han disminuido intensamente como mis ganas de entrar a clases.

Con mi celular en la mano chequeo mi horario, uno no siempre se puede aprender todo de memoria con una tormenta de ideas en la cabeza, ahora esa inofensiva tormenta se ha convertido en un tornado que va arrasando con mi uso de razón y en lo que creo.

"Equivalencia dramática y formal" era la clase de primera hora, ufffff, esa clase es oficialmente la más aburrida de todas. Para la carrera no se necesita obligatoriamente clases. Pero nadie te toma en serio sin un papel que diga que eres actriz de voz certificada.

Sin dudarlo me dirijo al lugar donde dejo mi Kawasaki, mi tesoro, la única cosa constante y que no ha sido tocado por mi puño enfadado, de ninguna manera es exageración. Esta moto fue elegida más por la velocidad que por el diseño, en mi opinión es lo que menos importa. Lástima que dicha velocidad es malgastada y limitada por las múltiples multas todavía no pagadas de la comisaría de policías de tránsito.

15 pasos al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora