Duodécimo paso

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Samyra

Una semana, solo una maldita semana para explorar los rincones desconocidos del chico con rayitos, y claro, su hermana también.

Ella tenía un aspecto de familiaridad inconcebible que se presentaba cada vez que la veía, pero no le tome mucha importancia.
Los siguientes tres días pasaron muy rápido, el tiempo había adquirido una especie de acelerador últimamente. Y lo peor es que no pasó nada fuera de lo común.

Wilmer había llamado al instituto de Leila para que la recogiera el colectivo a la nueva dirección temporal, y nosotros nos movíamos subidos en mi moto. La primera mañana Rudolf se puso rojo al descubrir que había invitado a los hijos de Nick a quedarse pero no se fue a mayores, al fin y al cabo, no era su casa.

Los desayunos eran impetuosos, yo solo veía comer a Wilmer y a su hermana mientras yo me tomaba mi latte por que Rudolf a esas horas ya estaba fuera.
Las comidas más de lo mismo, seguramente, ya que al tiempo que comían ellos, yo ya estaba en camino al Technicolour.

Dudé en curiosear más sobre los extraños aparatos en los oídos de la niña, pero retire la idea tan rápido como llegó a mi mente, nadie era perfecto.

Observé el comportamiento de los dos, más el de Wilmer. Me hacía gracia el cabello desordenado con el que se levantaba en las mañanas y la pequeña marca roja e hinchada del lado del que se dormía en la almohada sin que el se diera cuenta. Los dos no éramos de bañarnos en las mañanas y ambos nos encerrábamos en nuestras habitaciones y no hacíamos nada de ruido, Leila no se queda atrás. Ella tiene una especie de aura silenciosa que si sigue así de habladora, pareciera que no está en la casa.

Pero hoy era Sábado en la mañana lo que significa que todos saben que hay fiesta, menos Wilmer y su hermana. Todavía no me decidía si invitarlos o decirles que se vayan a pasar a otro lado la tarde. Su hermana era demasiado menor por el tipo de fiesta y sus invitados y Wilmer, bueno, ¿que había de malo de invitarlo? Me convencí de que nada cínico pasaría como en las otras ocasiones.

El año pasado alguien casi muere ahogado por el típico juego inmaduro de tomar manzanas en el agua por la boca-ni siquiera sé muy bien su nombre- y hace 6 semanas alguien se embarazó aquí y vino a demandarme diciendo que fue violación pero ambas sabíamos que se había pasado de alcohol. Y los juegos eran otro tema que estaba prohibido en mi presencia, ¿que le ven a "Verdad o Reto"? Había leído demasiadas novelas para saber que esos juegos terminan en catástrofe, y además ¿que me importa saber sobre la vida de los demás? Ahí soltaban datos privados que no se deberían de decir, y lo digo yo.

No sé si formo parte de los que por esa razón no soy muy sociable en las fiestas. Pero me agradaba oír cómo se divertían los demás, me gusta ver cómo nuevos amores surgen y como otros se destruyen. Pero en este momento lo que me encantaba era la sonrisa de un chico con cabello de rayitos, no sabría explicar pero se ve muy natural, sin ninguna alteración. Y por eso dudaba en echarla a perder en una estupida fiesta universitaria.

El día se veía despejado y el sol estaba en su máximo pudor, la humedad en el ambiente estaba insoportable así que me puse unos vaqueros ligeros y una playera sin mangas. Desperté no con ganas de mi típico café sino de unas golosinas de queso llamadas Goldfish, como su nombre lo dice tenían forma de pescado y adquirían el tono dorado por el amarillo del queso. Eran para niños pero me encantaban.

Había grandes bolsas acomodadas en la alacena por sabores, mis preferidas son las de queso cheddar y nadie en esta casa las tocaba por qué sabían que eran mías.

15 pasos al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora