Días escarlata.

1 1 0
                                    

:2016 NOVIEMBRE

Samyra.

Aunque no lo quiera, acepto que estoy nerviosa. Paso después de esos momentos en donde los ecos del alma se derrotan contra la crudeza de la experiencia, lo más probable es que la pared entre el ahora y el futuro sea invisible casi de cristal al momento en donde aclaraste algo; empiezan los patrones deslizantes que te hacen arrepentirte de lo que has hecho.

Sentados los dos nos encontramos en el paradisíaco lugar de las plantas en donde sus ojos contrastan la humedad del ambiente, esos ojos con los he convivido un año.
El jardín confidente de los sucesos, acreedor a la luz y energía ahora es presente de lo que marcaría los tiempos coléricos. No olvido cada minuto de 365 días antes de estar en Hunter's garden. Lo podría narrar exactamente después de la noche prófuga

Cinco de la mañana y esclarezca lo que antes no me había fijado, los techos sin falta de regocijo en la habitad del hogar, mi cama vacía estaba hambrienta por más horas de uso y las paredes lucían cada vez más desnudas escarapeladas por marcas de sangre a causa de los golpes insaciables en las noches horribles. El reloj marcaba la diferencia de los tres tiempos, eran las 8:00am; eso quería decir que hacía 5 horas llegamos el corazón de hielo y yo (deseaba perjudicante que el seguramente estaría descansando entre las nubes donde estaba destinado a un lecho) marcaban el pasado; además los números en el indican el presente; finalmente los 60 segundos que faltaban para el minuto marcan el futuro.

La Santa divinidad a la que me burlaba; en esos momentos persistió, se decidió a no dejarme dormir, como lo hacía siempre independiente de lo cambiante del pasado. El insomnio ha sido un intento fallido de dejar de soñar, la práctica hace al maestro, tenía 15 años conservando la antigüedad.
Me sentía vieja, aunque fuera lo contrario. La gente envejece cuando ya no tiene nada planeado, ni quiere hacerlo. Los deseos a lo largo se vuelven exiguos por la respuesta de años por vivir. Percibía que años faltantes son pocos y los de antes son muchos.

Sabes que algo cambió por qué aprecias las insignificantes palabras cortas en la garganta que te faltan por decir, deploraba a parar a la rutina. Y esperaba que alguien con familiaridad sin raíces opte por los gritos huecos flacos de los necesitados.
Ese alguien tocó la puerta de mi cuarto. Tal vez con afán afectivo, sin embargo no pensó en lo demás que podía acontecer.

-¿Samyra? ¡Vamos sé que estás despierta!

Vestía la ropa del día anterior y la cara lavada.-Llegaremos temprano si nos vamos a las 6:30 AM, déjame dormir y molestas después.

-No si vamos a desayunar.-no iba a desayunar ni a dormir, la notación de problemas es serpenteante en los momentos que hay que resolverlos.

-No desayuno temprano.

La puerta hizo su chillido avisando que se cerraba, él lo noto y tomó la extremidad que estaba más cercana a su mano.

-Me rehuso a decírtelo otra vez, no soy tu responsable menos si quieres tu mejor amigo, es por tu bien y yo por cumplir.

Ese fue la primera segunda vez que mi boca tocó lo sólido llevándoselo al estómago, fue una mezcla de extasía atragantada, deliciosamente; condimentado por el ejemplar en cuestión.
La repetición de escenas en donde ansiaba desistir acabó siendo la salida de mi infortunio.

El obligó a la mente terca a comer a sus tres tiempos, complaciendo las delicias gastronómicas que apetecían. Las horas compartidas se volvieron más y más unidas, largas sin trascendencia. Comentábamos datos inéditos, tanto así que no lo sabían hasta los lazos de años. Secretos invisibles, mente transparente, lo único importante se dialogaba.

Un mes siguiendo la habitual estadía llevó a verlo de manera diferente, no del modo que acabó de ser, pero lo veía fresco como siempre actuaba solo con los de su confianza. Retoñaban sus labios, pupilas, mejillas en agosto. Perfecto retrato virginal del ángel que adoraba. Dado el caso; un regalo sin consentir no valía la pena.
Le ofrecí a ir a un baile de secundaria, nos escabullíamos todos los que conformaban el Technicolor, demostrábamos lo conocido y el talento con descendencia. Muy a fondo negarse era la muy buena posibilidad, no obstante anhelaba el tacto de su pálida piel.

Me miro adentrándose en sus ideales por más tiempo del que debía, hizo trabas para hablar.-Claro, por supuesto.

Sonreí, esbocé la mayor felicidad que había presenciado en los últimos años, más que nada adrenalina, sensatez.

Las dudas con respecto a la velada eran cordialmente respondidas, cada sonido que salía de sus cuerdas vocales era recibido como un estribor entre la mente y el subconsciente; pagaban lo mínimo por dar un pequeño espectáculo, además de tener acceso en toda la secundaria por ese día, volveríamos a tener 16 años.
El baile llegó y los nervios acompañándolo, no obstante todo se evaporizo con el desprecio a la soledad, gustaba de la compañía de Wilmer más que la sombra de mi personalidad, no olvidando su elegante perfil y su atuendo descomunal.

Los planes se realizaron, expectante el esperando de mi presencia, apenas habíamos hablado ya que el pequeño show había acontecido nada más empezar el baile, algo muy poco racional tomando en cuenta que lo más interesante empieza ya pasadas unas horas. Sin embargo, el esperó, sentado en una de las sillas metálicas solitarias que la escuela había puesta para los descomunales sin pareja. Él cuando me vió, sonrió abiertamente inundando los ojos de las estudiantes de preparatoria que desde ya hace rato le veían, obviamente Wilmer pasaba de esos detalles.

-Eres la sensación, ¿sabes?.-le había dicho sorbiendo ponche inyectado de líquido ámbar prohibido.

El esbozó una mueca propia de su ser.-Una popularidad no está solo sentado en una silla apunto de colapsarse.

-Nunca estuviste solo, en cambio te acompañaban las miradas de todas esas chicas que te saborean con disimulo.

-Tal vez no me interesan....-paró de hablar por qué las bocinas escandalizaron la estancia con música electrónica, si había dicho algo más no llegaba al tímpano.-¿¡Quieres bailar!?

Miré a la pista llena, lo tome de la mano, conduje hacia el espacio minúsculo que divisé; esa noche no recuerdo nunca haberlo soltado.
La noche se hacía más largo, termine mínimamente mareada por el alcohol, no obstante Wilmer sucumbió literalmente a gritar insensateces y a acercarse más de lo debido, más no de lo apropiado. Notaba los lazos de la relación, no los entendía, no concordaba la idea de la razón por la que decidía quedarse; no era por la sensacional compañía que yo podía ofrecerle, mucho menos de los problemas estomacales a causa de la intolerancia definitiva de los alimentos bien digeridos. Mi cuerpo solo trabajaba con café y estrés, ahora soportaba sentimientos, creencias de mayor nivel.

Al igual, odié la ceguera de estima de la sociedad, sin valorar que seguía sin ver los causantes de los cambios de ánimos de Hugo, alguien a quien atesoraba insaciable con tanta pasividad. El hemisferio derecho estaba en trance con el izquierdo, lograron la tregua temporal un viaje, esplendoroso paseo a Florida con él que ni en un millón de ideas podía imaginar que regresaría con la reseña de la muerte de un querido compañero de los soñados días escarlata.

(Justo más abajo se encuentran unas pequeñas declaraciones mías, baja si te interesa)





Ufff, emocionante, ¿no te parece? Me siento un poco esquizofrénica ya que me estoy imaginando que alguien va a leerlo, hasta ahora sigue siendo un patético sueño. Pero...¿sabes qué? No me importa, no me quita el sueño saber que en los últimos capítulos no hay ninguna leída, lo sé debí cuidar mi pequeño público. No me interesa, amo escribir, me encanta saborear las palabras y dictarlas. Lindo nada, que tengas excelente semana o día.

15 pasos al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora