Capitulo 13

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FELICIDAD

Liliana se encontraba en la Casa de los Ruiseñores, cuando tres días despúes, acudió Hugo a dar a la señora O'Feilgen una contestación respecto a las reparaciones pedidas.

Con la mayor sorpresa por parte de todos, declaró:

- Tengo intención de poner esta casa en situación para evitarla yo mismo. Así, alquilaré para ustedes otra casa, que ustedes mismos podrán escoger. Además, me es muy grato fijarle a usted una pensión anual de 150 libras, de las que recibirá un día de estos el primer trimestre. 

La impresión que experimentó la señora O' Feilgen, fue tal, que durante un momento quedó sin poder pronunciar palabra. Liliana, que trabaja en un bordado cerca de su amiga Catalina, dirigió hacia lord Stanville una mirada de vivo reconocimiento; y esta mirada se cruzó con otra que significaba claramente: «es por ti por quien hago yo esto; para agradarte, Liliana».

Ella abajo la frente, en tanto se cubría de púrpura su delicado rostro. El amor de que era objeto, el cuidado que ponía Hugo en serle agradable la emocionaba profundamente y cada vez más. 

¿ Que iba a decidir? De un momento a otro le pediría él su contestación;  y no sabía todavía...

Pero en el fondo de su corazón se daba perfecta cuenta de que no podría decir «no».

La señora O'Feilgen  recobrando un poco su presencia de ánimo, trataba de expresar su reconocimiento; pero Hugo la interrumpió en un tono a la vez imperativo y afable: 

— Dejemos esto, prima, se los ruego.

« ¡Prima!» La señora O'Feilgen se sintió de nuevo aturdida.

— Si tienes usted que dar las gracias a alguien, que sea a Liliana, que me ha hecho conocerles.

Y la señora O'Feilgen beso calurosamente a la joven que se hallaba confusa.

Lord Stanville permaneció cerca de una hora en el salón, decorado por delicados artesanos, y ordenado por muebles usados, que la señora O'Feilgen conserva de su familia. Cada uno se instalaba allí a su antojo para trabajar. Catalina tenía su piano, Daisy su violín, su madre su costura y Pascal y Trick sus libros y sus cuadernos. Roseta bordaba a la sazón en cuello, porque todos sus actos serás relacionaban generalmente con el cuidado de su preciosa persona.

La bella viuda había salido en el momento de efectuar su visita lord Stanville. Regresó a la casa cuando aquél salía de ella y recibió sólo un frío saludo al pasar. En cuanto se hubo alejado, la señora O'Feilgen oprimió las manos de su cuñada y la condujo hacia el salón.

— Ven, Roseta, que tenemos que contarte la suerte que nos llega.

—¿Qué sucede? ¿Lord Stanville arregla completamente la casa?

— ¡Oh, mejor que esto! Es encantador cuando quiere. Nos ha manifestado mucho interés.

— ¡Nos echa de la Casa de los Ruiseñores! — Exclamó alegremente de Daisy.

Roseta dijo con tono de enfado: 

— Supongo que os estáis burlando de mí.

— ¡Oh, no, tía, en modo alguno! Nuestro primo quiere ahora que le llamemos así, trata de reparar esta casa para vivir en ella. A nosotros nos alquilará otro que podremos escoger.

— Así, pues, se le ha calumniado — interrumpió Catalina.

— ¡Y además, nos pasará una renta 150 libras!

La señora O'Feilgen añadió:

— No salgo de mi asombro, Roseta.

Roseta lanzó una malévola mirada a Liliana, la cual, un poco aparte, sonreía dichosa de la felicidad que llegaba a sus amigas.

La casa de los RuiseñoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora