Final

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LA CASA DE LOS RUISEÑORES

La señora Haig no reveló nunca nadie el objeto de la corta visita que le hizo que el día, por vez primera,lord Stanville. Pero, tras la salida de éste, tenía ella una fisonomía descompuesta, cuya alteración no pasó desapercibida a los criados.

Desde aquel mismo día comenzó una serie de visitas a sus relaciones, y puso en su lugar el indecente que, desde hacía tres días, bordaba ella con verdadera delicia. Ahora, no hallaba palabras bastantes para alabar los méritos de la señorita de Sourzy, «aquella perfecta joven que habían indignamente calumniado ante ella».

Pero se advirtió que la señora del banquero Haig no eran ya recibida en Stanville-House, de lo que se sacó la consecuencia de que el autor de las mencionadas calumnias y la que las había retractado era una sola y misma persona.

Muchas comprendieron lo que había sucedido y deseando halagar a lord Stanville, se apartaron de la señora Haig; así pudo ésta saber lo que costaba el herir a la futura lady Stanville.

Y pudo darse todavía por feliz, de que lord Stanville no perjudicar a los intereses de la banca, como podía fácilmente hacerlo y cómo lo hubiera hecho sin duda, como declaró a la culpable, si ésta no hubiera aceptado la retracción de las calumnias.

El casamiento se celebró en una atmósfera deferente admiración. La Iglesia Católica aparecía llena de invitados y de curiosos, es decir, casi toda la ciudad. Fue una ceremonia magnífica, como correspondían a la situación de lord Stanville. Todo el mundo reconocía unánimemente que era difícil poder ver una más gentil pareja.

« ¡Realmente, lord Stanville ha cambio de una manera extraordinaria en estos últimos meses! — Decíase. — Preciso es que está joven haya adquirido gran influencia sobre él. Incluso se dice que le permite interceder por sus obreros cuando estos necesitan de algún favor».

En efecto; este hecho se había producido recientemente. Hugo acababa de anunciar a Billy Folken, que le daba en la fábrica un empleo de poco trabajo y bien remunerado.

El buen muchacho se hallaba allí, muy alegre con su vestido nuevo, adquirido gracias a la generosidad de lord Stanville. Al pasar, cuando bajaba de la nave del brazo de su marido, Liliana sonrió al dulce mirar de los ojos brillantes del muchacho que la consideraban en un éxtasis de admiración.

Los O'Feilgen estaban entusiasmados con aquel casamiento, primero por la felicidad que reportaba Liliana, y después, porque les proporcionaba maná providencia. Realmente, Hugo se había mostrado muy generosos con ellos, e incluso había dado a entender que favorecería pecuniariamente el casamiento de Catalina con Frank Dulton, un joven organista de buena familia que mantenía a su madre con el producto de sus lecciones. Sólo el recuerdo de Joe ponía una nube en su satisfacción. El joven acababa de partir para América declarando que no se consolaría nunca. No obstante, la primera carta escrita en el camino, comunicaba a su madre que una joven y rubia pasajera le había producido una vida impresión, y que si no hubiera querido tanto a Liliana, se hubiera acaso enamorado de ella.

« ¡Esto lo mejor que podría sucederle! »— dijo Catalina al terminar la lectura de la carta, y al enterarse de que la mencionada joven, era una francesa profesora de piano, que se dirigía con su madre a una ciudad americana en donde unos amigos le habían prometido muchas lecciones.

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La Casa de los Ruiseñores no debía perder su nombre al convertirse en la casa de lord Stanville y de su esposa. Con frecuencia, la voz de Liliana se dejó oír en ella, en el curso de aquel año, generalmente, para el solo placer de Hugo, porque los extraños no podían gozar de aquel favor, a menos de que fuera en la iglesia. La deliciosa mansión, que había recobrado su pasada elegancia, y estaba decorada con lujos sobrio y delicado,veía escasas reuniones mundanas. Pero la encantadora dueña de la casa recibía graciosamente un número escogido de personas, que consideraban un gran privilegio, el ser a ella admitidos. Todo marchaba felizmente en su interior, en donde Liliana dirigía con firmeza a los numerosos criados. Así, una vez más se vieron fracasadas las secretas esperanzas de su suegra, que pensó:« No sabrá conducir una casa como ésta, esa pobretona». 

La casa de los RuiseñoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora