Capitulo 2

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LORD STANVILLE SE HUMANIZA

Hasta quince días después de su llegada no logró Liliana acudir ocultamente a visitar a sus amigos de la Casa de los Ruiseñores. Porque desde el la muerte de su madre, lady Stanville la obligaba a pedir autorización cada vez que deseaba ir a verles, y casi siempre, sin motivo, se la negaba.

 La existencia seguía descuidada y alegre en casa de los O'Feilgen. Catalina daba lecciones de piano; Daisy, de salud delicada, seguía estudiando con ardor el violín; Joe acaba de ser contratado en un teatro lírico de Londres. En cuanto a la bella Roseta, había recobrado la voz, se había casado con un violinista de talento y juntos dan conciertos. Luego, quedó viuda, de nuevo fue atacada de su afección a la garganta y habiendo gastado el dinero ganando en sus tournées musicales por las principales ciudades del continente, regresó a la Casa de los Ruiseñores en donde fue acogida sin que se recordará que cuando pudo hacerlo no se le ocurrió a ayudar para nada a sus parientes.

 Moralmente los simpáticos O'Feilgen no habían cambiado en nada. Y Liliana aun cuando reconoce a sus defectos, pensaba que había que perdonárselos, en gracia a su extraordinaria bondad.

 Fue acogida con entusiasmo por todos, menos por Roseta. No obstante, hábil en el disimulo, supo esta fingir el despecho que le producía la visita de Liliana. Nunca sintió simpatía por la niña de alma franca y delicada, tan opuesta a su propia naturaleza, pero que aquella chiquilla se permitiera volver tan maravillosamente hermosa, era cosa imperdonable para aquella mujer celosa de todas las superioridades físicas o morales.

-  ¡Joe se va a admirar, al verte, Liliana! - exclamaba Daisy.- Ya el año pasado no tenía ojos más que para mirarte; pero ahora vuelves hecha una mujer.

Liliana se echó a reír oprimiendo las manos de sus amigas.

- ¡Bien, bien, ya me contaréis eso otro día! Ahora me marcho, porque lady Stanville sospecharía que tardo demasiado en hacer el encargo que me ha dado. ¡Hasta la vista señora O'Feilgen, señora Hegnton!

Y salió, ligera, para regresar a la triste habitación, que era, en cierta manera, su cárcel.

Después de la comida, comenzó a trabajar en una labor que le había encargado lady Stanville. El calor, aquel día, era sofocante. Liliana, muy fatigada, luchaba contra la modorra. Se sentía muy decaída desde hacía algunos meses y el trabajo que aquí le encargaban, la falta de aire y de ejercicio, las penas morales, la tristeza y la inquietud del porvenir, todo esto aumenta un estado de debilidad que empezaba a inquietarla.

¿Hablar de esto a lady Lorenza? Preferiría antes caer rendida, ya que no pocas veces había oído decir a su prima que una muchacha pobre, obligada a ganarse la vida, no podía permitirse estar fatigado, ni cuidar un constipado, ni tener frío ni calor, ni quejarse de nada.

- Pues ¡Dios mío!, vos me llamaréis  y me encontraré con mamá- pensaba, uniendo sus manos sobre su trabajo, un instante abandonado.

En el silencio de aquella ardiente tarde, el ruido de un motor que ponía en marcha, se dejó oír pujante. Era, sin duda, lord Stanville que salía en automóvil.

Liliana se estremeció. Era preciso que se decidiera a pedirle autorización para trabajar, y para no tener así que deberles nada a ellos, y poder escapar por fin a su yugo.

¿Qué le contestaría? ¿La recibiría duramente, como hizo en otra ocasión? Qué se hacía 15 días, no le había dirigido a apenas 10 palabras, aparte un sencillo <<Buenos días>> o << Buenas noches, Liliana>> cuando la veía en el comedor o cuando salía de él. Pero más de una vez había sentido sobre si la mirada enigmática de aquellos ojos azules, mirada rápida pero singularmente penetrante, que no tenía la dureza habitual, pero qué, no obstante, producía a Liliana una fuerte turbación.

La casa de los RuiseñoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora