17. Corazón con ventaja

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Un secreto como el que Altair descubrió la había convertido en una persona retraída. El estado de ánimo de ella constantemente cambiaba y no precisamente para bien. Se sentía enojada y con miedo pero también la tristeza albergaba desde aquella noche. Todavía veía a Marcelo con los ojos rojos de tanto llorar mientras suplicaba porque lo escuchara pero también veía como ella lo miraba con desprecio. Parecía una película que se reproducía una y otra vez torturándola para siempre.

Pero que podía hacer, ya hacía seis meses que no sabía nada de él. Desde que Marcelo había dejado el apartamento, como ella le había exigido, no volvió a saber como estaba. Aunque durante un tiempo se sentía perseguida a cualquier lugar donde fuera. Iba a trabajar y sentía que la perseguían y durante un mes no supo quien era pero luego de pensarlo muchas veces cayó en cuenta que quién la perseguía era Marcelo. Al principio le molestó bastante pues no quería saber nada de él pero se sentía protegida. A pesar de todo.

-Estás hecha un lío- dijo su mamá.

-No, estoy hecha mierda. No aguanto la cintura, tanto tiempo sentada me está pasando factura- se quejó Altair mientras se sentaba en el sofá en cuero color chocolate.

-¿Estás comiendo?- frunció el ceño la mamá de Altair -¿Te pasa algo? Te veo un poco más flaca.-

Y era verdad, desde que se enteró no podía ni comer, del hueco que sentía en el estómago y ni hablar de dormir. La mayoría de las veces se desvelaba entre noche y una que otra noche ni dormía. ¡No podía! Se sentía sola, con la misma tristeza que sintió cuando dejó Italia y como si le faltara algo.

-N-no, estoy...bien solo estoy cansada.- dijo Altair evitando la mirada de su madre.

Sus ojos eran no las ventanas sino la puerta doble a su corazón. Su mirada podía permitir saber que era lo que le pasaba. Siempre fue así y eso ella lo odiaba, se sentía desprotegida. Y como madre al fin, Luz sabía que algo le pasaba a su hija aunque ella dijera lo contrario.

-No te ves bien, hija- advirtió Luz.

-Mamá, estoy bien. No te preocupes- dijo Altair restándole importancia.

Claro que no estaba bien. Su vida había dado un giro de 360 grados desde que conoció a Marcelo. Conocer a Marcelo había sido increíblemente bueno pero en cuanto supo lo que en realidad era todo se vino a bajo. Enterarse de que él era un lobo fue lo peor puesto a que ella odiaba a los lobos. Se sentó, pensativa, frente a la fogata de la casa de sus padres en silencio, pensando especialmente, en Marcelo. Como cada minuto del día que pasaba desde que lo había visto por primera vez en Italia y no había cambiado desde aquel entonces.

Su vida se había vuelto monótona y sin propósito. Era una rutina diaria levantarse, ir a trabajar y volver a su casa. Se alejó de su único mejor amigo en todo este tiempo. Lo evitaba constantemente y lo extrañaba horrores pero no podía verlo a los ojos y estar normal sin decirle que aquel par de hombres del que estaban enamorados eran unos lobos. Porque por más que ella quisiera decirle estaba cien por ciento segura que él no le creería. Tenía que ver para creer como a ella le había pasado.

-Cuéntame, ¿que tienes en esa cabecita?- dijo Luz mientras tomaba las manos de su hija y las acariciaba dándole tranquilidad.

-¿Que te cuento? Estoy bien- dijo Altair y su mamá negó.

-Dime que es lo que te tiene tan preocupada. Sea lo que sea se solucionará.- dijo su mamá y le brindó una sonrisa.

Tú, mi alfa「 Heart of Wolves I 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora