26. ¿Diablo o lobo?

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Marcelo acarició la mejilla de Altair y la besó. Dejó que sus labios se movieran sincronizados con los de ella disfrutando de los labios que le pertenecían. Sólo a él y nadie más. No había podido evitar que sus celos salieran a la luz con la mirada que Alessandro le dio a su mate. Estaba consciente de que Altair no tenía ojos para nadie más que no fuese pero los celos le hicieron hervir la sangre.

-Perdón, ¿sí?- susurró Marcelo en los labios de ella.

Altair dejó descansar su frente en la mandíbula de Marcelo. Sus mejillas estaban calientes y no podía soportar la profunda mirada de Marcelo. Y trataba no sentir vergüenza pero los ojos de Marcelo la miraban con una mezcla de muchas cosas. Era de esas miradas que apreciaban lo que tuviesen a la vista. Se veía la admiración y el gusto que sentía verla. Pero por más tiempo que pasara tratando de acostumbrarse a la mirada de Marcelo no podía evitar sentir vergüenza.

-L-Lo del medio día fue real- susurró ella aún viendo hacia abajo.

-Lo sé, yo también lo hago- habló Marcelo luego de alzarle el rostro.

Ambos sonrieron y Altair dejó un corto beso en los labios de Marcelo. Se separaron y Marcelo se quedó fijo mirándola. Tomó sus mejillas entre sus manos y acarició con ternura. Delineó cada línea de su rostro aprendiéndose o más bien repasando porque era imposible de olvidar, cada parte de él. Era completamente imposible que Marcelo olvidara un rostro tan hermoso como el de ella. Como el de su compañera de vida.

-No es mentira- habló Altair con los ojos brillantes.

-Lo sé...- rió Marcelo al escuchar como ella recalcaba una y otra vez que lo amaba.

-De verdad. De verdad. De verdad- recalcó Altair sin ninguna expresión en el rostro.

Estaba muy seria y eso solo era indicio de que estaba hablando con la verdad. Tenía su corazón en la mano listo para entregárselo a Marcelo e hiciera con el lo que él tuviese en mente. No tenía miedo en salir con el corazón roto pues ya lo estaba. Solo estaba entregándole un corazón remendado. Y sabía que siendo almas predestinadas él no podría volver a quebrantar su corazón.

-Ya entendí Al...- rió a carcajadas él y ella hizo un puchero -Podemos ir a cenar algo. Quiero llevarte a una cita- pidió Marcelo.

-Así no, ¿verdad?- Altair se miró como iba vestida y negó

-No, así no- gruñó Marcelo cuando vio el short denim y la camisa de tirantes de colores.

Su lado posesivo había sido activado en cuanto vio como ella estaba vestida. Sus pantalones cortos dejaban muy poco a la imaginación, o por lo menos eso era lo que él veía. Altair sonrío al ver lo adorable que se veía Marcelo gruñendo, muy diferente a como cuando algo realmente lo enfadaba. Con sus manos, Altair, lo incitó a que la abrazara fuertemente y vio como sus facciones se relajaban.

-Aunque no me hayas reclamado tuya, por ahora. Sabes que soy tuya- susurró en los labios de él y se quedó estática cuando el color de sus ojos cambiaban a rojo sangre. En ese momento Altair no supo el significado del refrán tan popular...

No es lo mismo llamar al diablo que verlo venir.

Marcelo en un rápido movimiento la tomó en brazos e hizo que ella lo rodeara con las piernas. El grito que Altair dio hizo que Marcelo riera mientras sus caninos salían lentamente. La llevó cerca de la barra en la isla y la dejó allí sin ella mencionar una sola palabra. Ella estaba sorprendida pero a la misma vez hipnotizada con lo que estaba viendo. Marcelo con los ojos completamente rojos y dilatados, respiración profunda y sus caninos en el exterior. Esta vez no estaba en su estado completo de lobo pero aún así implantaba miedo.

Tú, mi alfa「 Heart of Wolves I 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora