Altair en un viaje, para cambiar su vida, conoce al apuesto dueño de un viñedo en la Toscana, Marcelo Bendetti además que tiene un secreto que solo su familia lo sabe.
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-¿Enserio vas a quedarte con tu abuela?- preguntó Francesco cuando Josh le dio un beso en la comisura de los labios.
-Papá dio una orden y yo como buen hijo la sigo. Nos vemos mañana- sonrió mientras se giraba para salir de su antiguo cuarto.
-Todavía no.- dijo Francesco al tomar el brazo de su pareja para atraerlo a su pecho.
Josh escondió una sonrisa en el pecho del más alto. Sintió los brazos del rubio acunándolo cerca de su cuerpo y sonrió más.
-Mamá nos invitó a un festival del pueblo- dijo Josh mirando hacia arriba.
-¡Que bien!- dijo y Josh sintió el tono sarcástico en la voz de Francesco.
-Si no quieres ir no tienes que ser sarcástico- dijo Josh con tono enojado separándose yendo por un pantalón de chandal y su toalla.
Francesco se pateó mentalmente. No quería sonar tan borde ni nada por el estilo. Solo era que no tomaba muy bien que Josh durmiera con su abuela. Podría escucharse algo egoísta pero él necesitaba tener a Josh junto a él y sabía que Josh sentiría esa necesidad. Eran muchos días que pasaban lejos el uno del otro aunque siempre procuraban pasar la mayoría del tiempo, era realmente agotador. Así que ahora, saber qué pasaría la noche solo estaba haciendo que se enojara y precisamente con el que menos debía y quería.
-Bebé, no lo quise decir así- susurró Francesco abrazándolo por la espalda ganándose un salto de Josh. Le había tomado por sorpresa -Solo que estoy realmente molesto porque es algo insólito que no durmamos juntos después de...-
-Idiota- dijo interrumpiéndolo mientras reía y le dio un golpe suavecito en el pecho.
-Por favor quédate- suplicó Francesco dejando un beso en la nariz del más bajito.
-No puedo. Papá es capaz de hacer guardia en el cuarto de abuela- mintió y trató de no reírse.
Francesco gruñó entre los labios de Josh antes de besarlo con poca delicadeza. Josh ahondó más el beso casi por inercia. Siempre era lo mismo, Francesco le hacía perder la cabeza con un solo beso. Las manos del mayor se aferraron al cuello del menor evitando que terminara con aquel beso. Aunque ambos sabían, de sobra, que ninguno quería ponerle fin a aquello.
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