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Media hora después, Anna estaba vestida y lista. Se paro frente al espejo de nuevo, esta vez impresionada por la transformación de su apariencia. El satín caía sobre sus curvas y con suficiente rebaje para mostrar su generoso escote. El sostén de encaje, la braguita y las ligas se sentían sensuales y lascivos, y los tacones altos la hacían sentir extremadamente sexy. Había peinado su cabello hacia arriba, pero esta vez con una apariencia suave y elegante en lugar del usual estilo de negocios que usaba en el trabajo.

Todo había quedado a la medida. Como si el hombre la conociera mejor que ella misma.

¿Realmente era Sebastian? ¿Era alguna clase de regalo por ser una buena empleada durante tres años?

Si, claro. Eso tenía perfecto sentido. ¿Qué hombre compraría a una mujer medias hasta el muslo y braguitas si él no fuera tras una cosa... sexo?

Anna sacudió su cabeza. Él jamás le mostró la más leve indicación que había estado interesado en ella, de cualquier forma, fuera de su trabajo. Pero esta noche... si él deseaba una buena cogida, ella estaba feliz por complacer. ¿Después de todo no era exactamente eso con lo que había fantaseado tantas veces?

Eso y que en realidad él la amaba tanto como ella lo amaba a él.

No, no voy a permitirme pensar de esa forma. No después de años deseándolo en cada forma que una mujer puede desear a un hombre.

Ella amaba todo de él, desde su poderosa presencia hasta la manera que hacia sentir, a cada empleado, importante. Él no toleraba la incompetencia, tenía un don para contratar empleados eficientes y bien calificados y el cambio de personal de la compañía había sido prácticamente nulo. Ella también amaba cuan generoso era con la beneficencia, desde la investigación del cáncer de mamas hasta los refugios para personas sin hogar. Ella sabía acerca de sus grandes donaciones sólo por toda la correspondencia que pasaba por su escritorio. Sebastian era un hombre muy reservado y dudaba que alguien mas que ella supiera cuan generoso era él.

Cuando sonó el timbre de la puerta, Anna se sacudió de sus pensamientos y fue todo lo que pudo hacer para no esconderse en el closet de los puros nervios. Respiro profundamente, agarro su bolso de noche y la rosa de tallo largo, y caminó hacia la sala de estar. El aire se sentía frío sobre sus hombros al desnudo, el vestido de satín rozaba sus pezones a través del sostén y la braguita se metía en su raja y empujaba contra sus pliegues.

Carlos tenía la puerta abierta y un hombre en un elegante traje italiano estaba parado en la puerta, con una tira de satín azul en sus manos. El hombre estaba en sus tardíos treinta, ella supuso, devastadoramente atractivo con cabello rubio arenoso y fríos ojos azules.

Detrás de él, en la oscuridad, Anna vio gran parte de una limo negra en la esquina y su pulso se aceleró de forma alarmante. Sus pasos vacilaron cuando sintió una aguda sensación de desilusión ¿Era este tipo rubio el que le había enviado las invitaciones?

Anna elevó su mentón y caminó a través de la habitación. Cuando estaba directamente frente del alto y bien parecido hombre que sostenía el trozo de satín, él dijo...

- Por favor voltéese Srta. Anna. Tengo instrucciones de vendarla.  


*Anna en multimedia*

Failed Sweet - AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora