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  Por la profunda intensidad en el tono de su voz, ella sabía que él intentaba impartir pronto su castigo y que ella iba a disfrutar cada minuto de éste.

Cuando terminaron el postre y Sebastian  había pagado la cuenta, él jalo la silla de Anna y la ayudo a levantarse. Sus piernas temblaban y ella rogó de ser capaz de caminar después de ese increíble orgasmo.

Con la mano sobre su codo, Sebastian acompaño a Anna a lo largo del borde de la pista de baile y luego lejos de la multitud, de las conversaciones y de las risas. La llevo por un pasillo ricamente revestido, iluminado por ocasionales candelabros plateados que daban un suave brillo dorado. Se hizo tan silencioso que ella escucho sólo el sonido de sus pasos sobre la gruesa alfombra y el latido de su corazón.

Finalmente alcanzaron una puerta donde un hombre con impecable traje planchado estaba con las manos tras su espalda.

- ¿Puedo ayudarlo Sr. Stan ?

- ¿Esta disponible esta habitación? –Cuando el hombre le asintió, Sebastian sacó su clip de dinero y le tendió al hombre un par de billetes de cien dólares.- Vé que no seamos molestados.

- Si señor. –el hombre dio un rápido asentimiento y el dinero se desvaneció dentro de su chaqueta. Él inmediatamente adopto su antigua postura, manos detrás de la espalda y expresión estoica.

Las mejillas de Anna enrojecieron mientras Sebastian los dirigía a un lujoso baño de hombres. Sin sonido alguno, la pesada puerta de caoba se cerró tras ellos. Las paredes del cuarto de estar eran paneles oscuros y una abertura en la pared que llevaba del lujoso salón a donde Anna presumía, estaban los baños.

La alfombra de la salita de estar era gruesa, de un rico verde bosque y los mostradores y lavamanos eran obviamente de un extremadamente costoso mármol. Finas toallas de manos estaban dobladas junto a los lavamanos y la habitación olía ligeramente a humo de cigarro y jabón con aroma de almendras.

- ¿Qué va ha pensar ese hombre? –ella susurro como si el encargado pudiera oír.

Sebastian la llevo hacia un mostrador de mármol ante un inmenso espejo iluminado por una luz baja y seductora.

- Él probablemente piensa que voy a follarte.

Anna se puso mas caliente aun por aquel pensamiento del hombre conociendo lo que ellos estaban haciendo... en el caso de que Sebastian intentara tomarla en ese momento y lugar.

- Pon tus manos sobre el mostrador –le ordenó en un tono bajo y profundo- y separa tus muslos.

Anna se encontró a si misma siguiendo automáticamente sus ordenes. Luego de colocar su bolso sobre el mostrador, se inclinó y esperó con su cuerpo temblando por los nervios.

- ¿Qué vas a hacer?

- Mmmmm... -él presionó las caderas contra su trasero y pudo sentir a través de la tela de sus pantalones la dura Ver*ga a lo largo de la hendidura de su culo. Observó el reflejo de Sebastian en el espejo mientras él alcanzaba la parte delantera de su vestido y la bajaba junto con el sostén de manera que sus senos quedaran al descubierto.

Su cuerpo tembló cuando lo vio moldeando sus pezones y sentir sus suaves pero masculinas manos contra sus suaves botones.

- He deseado tocar tus pechos durante tanto tiempo –su voz era ronca mientras los ahuecaba en sus palmas.- Tu definitivamente necesitas otro pequeño castigo.

Ella se tragó su temor y excitación cuando él se inclinó hacia atrás y le subió el vestido hasta sus caderas y todo su cuerpo quedo desnudo ante él. Todo lo que ella llevaba era la braguita, ligas y las medias hasta el muslo que él le había comprado. Sólo podía imaginase como se veía ante él.

- Maldición, amo tu culo. –Él frotó sus nalgas con las palmas y ella gimió en voz alta.- ¿Sabes por qué estas siendo castigada?

- Por correrme cuando me dijiste que no lo hiciera. –La voz de Anna temblaba mientras su mirada encontraba la de él en el espejo.- Y por... por provocarte.

- Así es cariño. –Él levantó su mano y le zurró en las nalgas. Duro

Anna gritó por el repentino dolor. Para su sorpresa el hormigueo se transformó en una sensación que la hizo mojarse por él. En realidad se sintió bien. Pero cuando la zurró nuevamente, el dolor fue más agudo esta vez. Dolía, pero luego ella estaba llena con placer lo que hizo doler a su coño.

- Obsérvame en el espejo como te zurro. –Sebastian la azotó otra vez, la palmada retumbó en la silenciosa habitación.- ¿Ves cuan encantadora eres?

Sus ojos amplios mientras observaba el reflejo de ambos. Él era tan atractivo, tan grande y poderoso, y por el brillo en su mirada ella sabía que él estaba disfrutando este erótico castigo. Cuando se miró a si misma, no podía creer cuan seductora lucía con su pechos desnudos, el vestido sobre su trasero, sus amplios ojos y sus labios separados.

Una y otra vez él la zurró y ella se tensó antes de cada nalgada mientras observaba su mano caer y aterrizar sobre su culo, sus pechos oscilar con cada palmada de la mano de Sebastian y sus pezones doler. Su coño estaba en llamas, sus pliegues hinchados y su clítoris palpitando.

- ¿Por favor, puedo acabar? –ella preguntó mientra él aterrizaba otra palmada sobre su culo.

- No –él la zurro otra vez.- Tendrás que esperar hasta que te diga que esta bien corazón.

Ella gruño, su culo quemaba y hormigueaba debido al castigo. Y cuando finalmente él se detuvo, ella dio un suspiro de alivio. Un poco más y ella se hubiera corrido sin importar que le haya ordenado lo contrario.

- Enderézate y mírame. –el empujó su vestido sobre su punzante culo y ella se giró.

Maldición, él era tan tentador que ella apenas podía quitarle los ojos de encima. Ese diabólico brillo en sus ojos sólo se sumaba a su increíblemente sexy atractivo.

Él buscó en uno de sus bolsillos y sacó una fina hilera de diamantes que brillaban en la habitación levemente iluminada. Antes de darse cuenta de lo que Sebastianestaba haciendo, él aseguró un extremo de la cadena sobre uno de sus pezones y la apretó, luego hizo lo mismo con el otro extremo. Ella jadeó por la intensa sensación. Nuevamente el dolor se mezclaba con el placer mientras sus pezones se repletaban con sangre.

- Esta cadena para pezones significa que tú eres mía. –Él murmuro mientras gentilmente la jalaba.- ¿La usarás?

Suya... significaba que era suya... al menos por esta noche.

- Si –ella susurró.

- Bien. –Él sonrió y empujó su cabeza hacia abajo, gentilmente forzándola a ponerse de rodillas frente a su obvia erección.- Ahora, tu segundo castigo

Failed Sweet - AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora