Me había acostumbrado a no pensar demasiado en el futuro. Si lo analizo a fondo, aunque suene triste, yo ya no quería uno, no le hallaba una razón. Sabía que las cosas estaban mal, pero creía que era normal. En esa etapa yo consideraba que sentirse así era normal. ¿Se dan cuenta de lo peligroso que es eso? Me acostumbré a esperar el final del libro, a seguir pasando páginas por obligación... Entonces el autor decidió darle un giro argumental que me revolvió hasta el estómago.
Atraso en el programa social.
Eso podría ser el título perfecto para una película de terror.
—Hay problemas con el sistema, tendrá que esperar algunos días para que se restablezca.
Escuché eso al menos unas cincuenta veces y seguí preguntándome lo mismo en cada una de ellas. Excusas se convirtieron en respuestas. ¿Acaso los dueños de los supermercados, de los servicios básicos o médicos se sentarían a esperar? Si yo repetía esa oración no tardarían en echarme fuera en menos de un minuto. No, yo no podía esperar que el dinero les sobrara para seguir el curso... Bien, sí podía, porque no me quedaba de otra, pero eso no significa que me gustara la idea.
Los pagos se acumularon rápido, mis ahorros se me escaparon como arena de las manos y cuando menos lo esperaba ya tenía la soga en el cuello, sin matar pero amenazando a cortarme la respiración.
¿No les pasa que cuando todo está mal y piensas que nada puede ir peor descubres que sí se puede?
—Debe desalojar la casa.
Recuerdo aún el escalofrío que recorrió mi espalda al escucharlo de la boca de Juana, la dueña de la casa que rentaba. Las piezas de mi vida, que eran pocas y tabaleaban, comenzaron a venirse a abajo y siendo sincera no tenía fuerzas para soportar el impacto al sentirlas caer sobre mí. Le rogué un plazo para ponerme al corriente, si perdía la casa lo perdía todo. Estaba asustada, mucho más de lo que me gustaría reconocer. No era sólo cemento y muebles, era mi refugio, seguridad y paz. No quería enfrentarme al mundo de allá fuera sin tener a dónde ir.
—Lo lamento mucho, ya le perdoné un mes —me explicó—. No puedo hacer nada por usted.
Existía la posibilidad que sus palabras fueran ciertas, pero yo necesitaba creer que siempre se podía hacer más por las personas.
—Le juro que le pagaré pronto...
—¿Y cómo lo hará? —cuestionó deseosa de una respuesta, una que no tenía.
¿De dónde sacaría dinero si la ayuda gubernamental no llegaba? Intenté encontrarle lógica a varias opciones. Estudié cada una tan rápido como aparecieron en mi mente.
Pedir un préstamo sonaba bien, pero no sabía si los bancos los otorgaban sabiendo que una persona no tenía ingresos fijos, yo no contaba con una garantía además de mi palabra. Trabajar era la otra idea, esa no me molestaba en absoluto, sólo tenía que encontrar un oficio apropiado. Cuando era joven todos mis empleos dependían de fuerza, y era frustrante carecer de ella a mi edad. Todo jugaba en mi contra.
ESTÁS LEYENDO
Margaret perdida en Wattpad
HumorHistoria ganadora de los Wattys 2018. Mejor tarde que nunca. Margarita está decidida a dar el paso que cambie su vida, cansada de la ignorancia y la crueldad del mundo aprenderá a leer y escribir a sus setenta años a pesar de que muchos lo considere...