Esa noche publiqué lo que es el inicio de esta historia y, literalmente, el fin de muchas cosas. Guardé la espada y la remplacé por una vieja computadora que me defendería en las tormentas que se avecinaban.
Mi novela estaba lejos de ser popular en la plataforma, y mi nombre, más por morbo que por otra cosa, apenas llegaba a sonar como un susurro entre el estruendo. No, no aspiré llegar muy lejos, aunque eso no significaba que deseaba quedarme abrazada al suelo. Tenía mis propios sueños, algunos alcanzables, otros que carecían de lógica, pero ahí está la gracia de soñar, nunca saber a cuál pertenece cada uno.
De ser por mí, y no es un orgullo reconocerlo, jamás hubiera pasado de las diez lecturas, ni siquiera repasando el capítulo varias veces, pero Carlos y Natalia no tenían una mentalidad tan negativa, ellos esperaban más. Ahora, justo donde estoy, debo agradecerles apostar por alguien que tenía todo en su contra. Yo no era un proyecto seguro, trabajar a mi lado podía ser una pérdida de tiempo, pero si algo tenían los dos era palabra y no pensaban dejar el trabajo a medio hacer.
Yo sólo me dedicaba a escribir. Esa era mi tarea. ¿Sencillo? No era difícil teniendo en cuenta que me gustaba hacerlo más que todo en el mundo. La inspiración me acompañó los primeros capítulos como sí me amara, y yo no la abandoné porque era necesaria para que mi idea cobrara vida. Las letras eran una voz de consuelo que necesitaba escuchar cuando Carlos se marchaba y yo me quedaba en compañía de mis propios demonios, esos que no se cansaban y esperaban con paciencia que yo lo hiciera. La voz de esas palabras silenciaba todo lo malo que quisiera entrar en mi mente. La escritura me sacó del pozo que parecía crecer más cada vez que intentaba salir de él.
Por las mañana me perdía en aquel mundo donde la maldad tenía límites, en el que gozaba de un poder que jamás tendría en el real. Abrazaba esa sensación, esa que me hacía vivir lo que no me sucedería en el lugar que me había tocado. Sé que suena de locos, pero ver que los sucesos se entrelazaban formando más que oraciones despertaba en mí el deseo que no detenerme. Ahí, en esa máquina olvidada, como lo era mi corazón, no había tiempo de lamento ni de incertidumbres.
A veces pienso que si esto hubiera llegado un poco antes, las cosas serían muy diferentes. Imaginarlo provoca una ola de tristeza, pero trato de no hundirme en ella. Lamentablemente el tiempo no puede alterarse, y me gusta pensar que las piezas del rompecabezas encajan sólo de una manera porque así debe ser.
Y seguí escribiendo a diario con la esperanza de no fallarle a nadie, sobre todo a mí misma. Al fin, después de tantos años, era buena para algo más que meterme en problemas. Sí, Margarita, la mujer que no destacaba, tenía un talento. Uno sólo. Yo no deseaba una lista de ellos, sólo necesitaba uno para sentir que existía por algo, para recordarme que el corazón tenía un motivo para seguir andando. Y sé que puede parecer una exageración, pero para mí no lo era, no sé si era la edad o siempre había pensado así.
Mi vida se resumía a escribir por las mañanas un nuevo capítulo, o parte de él.
Después, cuando Carlos llegaba del trabajo, lo observaba y me dedicaba a estudiar los cambios me hacía en mis escritos para no volver a cometer los mismos errores. Comencé a analizar cada punto, espacio, diálogo para aprender.
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Margaret perdida en Wattpad
HumorHistoria ganadora de los Wattys 2018. Mejor tarde que nunca. Margarita está decidida a dar el paso que cambie su vida, cansada de la ignorancia y la crueldad del mundo aprenderá a leer y escribir a sus setenta años a pesar de que muchos lo considere...