Historia ganadora de los Wattys 2018.
Mejor tarde que nunca.
Margarita está decidida a dar el paso que cambie su vida, cansada de la ignorancia y la crueldad del mundo aprenderá a leer y escribir a sus setenta años a pesar de que muchos lo considere...
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Para publicar un libro hace falta muchas cosas.
Lo primero es tener una novela terminada, eso lo podía marcar como hecho. Lo malo fue que era lo único que tenía listo.
Según Carlos mandar un manuscrito no era algo que se hiciera a lo loco, y si esperábamos ser tomados en cuenta teníamos que presentar un buen trabajo. No supe a qué se refería con buen trabajo, pero le dije que sí de todas formas para que me explicara.
Editar el libro era inevitable, sobre todo para revisar hechos, incoherencias y todas esas cosas por las que te pueden cortar el cuello en una editorial. Eso sí, sabía que como todo negocio necesitaba vender mi libro, hacer un buen trato y demostrar que publicarlo era una buena inversión, pero eso era incluso más difícil que darlo a conocer. Podía ampararme a los buenos números de Wattpad, pero yo no quería estar en papel por una cifra. Yo quería estar en papel porque lo merecía.
Corregir una novela en el computador me pareció lo más incómodo del mundo, porque uno no puede arriesgarse y perder la poca vista que le queda por más plata que esté de por medio. O quizás sí lo haría, pero quería los billetes en la mesa para motivarme.
Carlos me recomendó, quizás harto de oír mis quejas, que la imprimiéramos, así podría leer con calma y hacer correcciones sobre el papel antes de pasarla a la máquina. La idea me pareció muy buena, porque prácticamente era como tener el libro en físico. Así que si no se me hacía mi sueño, tomaría todas las hojas, las graparía y les pondría una cartulina como portada. ¿Para qué tanto cuento? Si todo estaba bien sencillo, sólo había que tener un poco de creatividad.
Y como dicen en mi rancho: no todos tienen dinero, pero todos tenemos cerebro para arreglar las cosas.
O al menos así pensaba hasta que descubrí que mi inspiración salía cara, porque al tener tantas hojas necesitaba de varios billetes para llegar al papel. Sí, tal parece que te cobran por cada hoja y no por cada capítulo. En todo están para sacar ganancias... Aún no podía digerir la idea de pagar quinientos pesos sólo para el borrador, si así salía mal escrito listo para la venta seguro valía una millonada.
Lo bueno fue que Natalia investigó un sitio, algo así como una imprenta, donde sacaban cada hoja a treinta centavos. Y como una mujer buena en los negocios decidí montarme en un autobús casi una hora para llegar a mi destino. Sí, ya sabía que el viaje no sería un paseo turístico y gastaría una cantidad de mi chequecito, pero era capaz de recorrer la mitad del mundo por ahorrarme más de trecientos pesos, que bien podía gastar en otras cosas. Por ejemplo, un refresco para mitigar el calor.
—¿Margarita, está bien? Si quiere podemos bajarnos a comprar algo —propuso Natalia cuando me vio tan callada. Yo sí que me ponía intensa con una explicación simple.
Negué con la cabeza para que dejara de preocuparse por mí, ya bastante hacía desaprovechando su único día libre con el fin de acompañarme. Además, yo era más peligrosa hablando que estando callada.
