Historia ganadora de los Wattys 2018.
Mejor tarde que nunca.
Margarita está decidida a dar el paso que cambie su vida, cansada de la ignorancia y la crueldad del mundo aprenderá a leer y escribir a sus setenta años a pesar de que muchos lo considere...
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Si la montaña no quiere venir hacia ti, tú vas a la montaña y la amarras para que no se te escape.
Jalé del brazo a Natalia para acercarnos a donde estaban los mariachi, hice un gran esfuerzo para poder hacerme notar entre el escándalo. Todo el mundo estaba atento a su presentación así que era el sitio perfecto para conseguir lectores. Claro que su atención no estaba en mí por lo que el proceso era incluso más complicado que en los estantes.
—Buenas noches —le dije a una mujer tratando de ganarme su atención—. Quiero entregarle una información que podía interesarle...
No, definitivamente no estaba en su lista de prioridades. Traté de darle la hoja pero me ignoró mientras seguía el coro de la canción. Suspiré antes de repetir el proceso con otro sujeto que parecía borracho, ese sólo se carcajeó y usó el papel para usarlo de servilleta. No me molesté, nos hizo un favor a todos con tal acción. Por último un joven grababa el espectáculo dejando de lado mis palabras para seguir con su tontería. No había nada único en la presentación, pero los jóvenes se dejan eclipsar fácil en la actualidad. Deberían ver lo que es un verdadero show.
La paciencia estaba lejos de ser una de mis carentes virtudes, y mi capacidad para soportarme a mí misma tocó sus límites. ¿Qué les costaba regalarme unos segundos de su valioso tiempo? Nada. Leer les cultivaría el cerebro y a mí las visitas. Los dos ganábamos. ¿Dónde estaba lo complicado? Seguí intentado en vano hasta que me cansé de su escándalo y rechazo.
—¡Alguien póngame atención! —grité a todo pulmón desesperada. Tomé una bocanada de aire cuando me di cuenta de lo qué había pasado. Para mi mala suerte la melodía había terminado y el silencio se adueñó del área antes de que mi voz la colonizara. Malditasea.
—¡La abuela quiere cantar! —gritó el borracho al que el cerebro ya se le había inundado de alcohol—. ¡Que cante! ¡Que cante!
—Cállese. —Le di un zape en la cabeza para que no armara un escándalo, pero ya era muy tarde, su voz de becerro resonó más alto que mis súplicas—. Usted nada más habla porque tiene boca.