¡Basta!

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Capítulo 80

{Narras tú}

Posicionada sobre mi pie izquierdo giraba y giraba… y giraba otra vez. Mi alrededor era confuso, como una noche de invierno en el tráfico de Los Angeles. 

Las luces parpadeando a mí alrededor, pero sin saber exactamente de dónde provenía cada uno. 

Sin embargo yo seguía dando suaves y perfectas vueltas sobre mi pie. Ajena al hecho del ruido ensordecedor de las bocinas, las personas y lo que parecía una sirena de policía.

De repente perdí la estabilidad, y las luces a mi alrededor desaparecieron. Sentí sobre mi cadera dos fuertes brazos sosteniéndome antes de que mi cuerpo pudiera caer.

-Baila para mí- murmuraba aquella grave pero dulce voz sobre mi oído. No podía verlo, pero su aroma y la calidez de sus manos se me hacían exquisitamente familiares. – ¿No te aprovecharás de mí?- se burló.

La música de Anacks estalló en mis oídos y caí sobre el piso aturdida. 

-¿Harry?- pregunté confundida y entrecerré los ojos buscando su figura. Todo era oscuridad.

-Me encantan tus cuadros. Al parecer es otra cosa en la que eres talentosa- escuché su voz en alguna parte.

Aquello no tenía sentido.

Sentí mis caderas moverse aquí para allá y de repente fue como si hubiera tenido los ojos cerrados todo el tiempo. Intenté parpadear pero mi cuerpo se negaba a obedecerme. Estaba parada en una mesa junto a Marcie.

Mi corazón brincó de alivio cuando vi a Harry cerca.

-¡Harry!- grité pero mi garganta no emitió sonido alguno. – ¿Qué sucede?- pregunté pero ni siquiera moví los labios. Él me observaba.

Todo se volvió oscuro. 

-Deben llevarlos urgentemente al hospital- chilló una voz femenina. –Ambos están inconscientes.

¿Qué? ¿Qué diablos era esto?

-Te amo- murmuró Harry y luego gritó: - ¡Pues éste perdedor te ama! ¡Y tú sólo quieres que me aleje de ti por un maldito error! 

-¿Harry? ¿Qué dices?- pregunté a la oscuridad sin siquiera poder llorar. No podía sentir ninguna puta extremidad de mi cuerpo. – ¿Dónde estás, Harry? ¡Dime!- grité desesperada pero no sentí a mis labios moverse.

Escuché el estallido de cristales, de metales aboyándose y gente gritando. El impacto fue fuerte y me sacudió completamente estrellándome contra algo frío. Grité, pero nadie me escuchó.

El dolor se expandía a lo largo de mi brazo y mis piernas.

Parpadeé. 

Era como si estuviera sentada en una sala de cine, sola. Absolutamente sola. 

Un telón reproduciendo momentos de mi vida que sentía que empezaba a perder. Uno sobre otro, el sonido ensordeciéndome. Me tapé los oídos. 

¡Basta!

Gritaba intentando ahogar el sonido de mi madre chillando que yo era una adolescente rebelde, la música de Anacks combinada con el Lago de los Cisnes, Harry peleando conmigo, la gente arremolinándose junto a mí, el cristal rompiéndose en mil pedazos, el ruido de mis pies sobre la madera del estudio, o el fuerte taconeo cuando caminaba a través de aquel antro. Todo me consumió y finalmente sólo escuché un sonido.

Respiré con dificultad volviendo a ver todo oscuro. Parpadeé y ésta vez vislumbré una habitación blanca. El repetitivo beep sonaba cerca de mí.

Apreté los ojos y sentí el dolor de cabeza taladrándome interiormente. Flexioné los dedos de las manos intentando sentir mi propio cuerpo. Dolió. Como si no me hubiera movido hace tiempo.

Luego de pestañear repetidas veces logré focalizar el techo blanco. 

Vi de reojo a mí alrededor máquinas, una ventana con cortinas blancas y un pequeño sofá azul.

Me quedé así por lo que se sintieron horas. Observando detenidamente cada detalle de aquel lugar, quieta y callada.

Tenía miedo de dormirme otra vez y volver a todo aquel mar de recuerdos.

No tenía la más mínima dónde me hallaba, sólo era consciente de que Harry no estaba ahí conmigo.

One and Only.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora