¿Sientes algo?

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Capítulo 83

Me quedé semi-sentada en la cama debatiendo qué podría hacer. El control remoto de la pequeña televisión estaba demasiado lejos sobre un mueble pero quizá si me esforzaba podría alcanzarlo.

La contracción de mis músculos cuando me senté completamente dolió como mil infiernos pero no fue tanto como yo pensaba. El miedo a sentir dolor se alojaba más en mi cabeza que en mi cuerpo.

Deslicé las colchas lejos de mis piernas con cuidado de que no se desconectara ningún cable de mis brazos. 

Proferí un grito horrorizada cuando vi los increíbles moratones en mis piernas. Púrpuras, verdes e incluso rojos. 

Desde mi rodilla hasta unos cuantos centímetros más abajo. Me sorprendía como no me habían molestado el tiempo que había pasado despierta.

Una de mis piernas estaba enyesada y supuse que estaría fisurada o esguinzada o algo por el estilo. Bajé mi pierna izquierda con cuidado y luego la otra. Apoyé los pies y me sorprendió no sentir el frío del suelo. De hecho, ni siquiera sentía el suelo.

Cuando me impulsé hacia delante, todo sucedió demasiado rápido. Perdí la estabilidad y caí sobre mi rodilla “sana” al suelo. El dolor punzante en mis costillas se hizo aun más fuerte y grité con lágrimas en los ojos.

No sentí nada cuando los graves moratones de mi rodilla hicieron contacto con el suelo y aquello me sorprendió. Intenté pararme pero no podía, mis piernas estaban adormecidas y no podía sentirlas tocar el suelo.

Con horror noté como la jeringuilla de mi suero estaba sobre la cama. Observé mis brazos. Estaba completamente desconectada de esas máquinas que se supondría que me mantendrían con vida.

No pude mantener la calma y comencé a gritar por ayuda, mientras poco a poco mis chillidos comenzaban a hacerse débiles.

Dos enfermeras entraron con un doctor justo a tiempo mientras yo lloraba patéticamente sobre el piso.

Cuando desperté Marcie y Niall estaban a mi lado, junto a un doctor.

-Estás en serios problemas, señorita- me reprochó Marcie ceñuda. La observé confundida y luego miré alarmada al doctor.

-No puedo mover las piernas. Por eso caí- expliqué rápidamente y el pitido de la maquina aceleró. 

-Relájese señorita Liejett- me dijo el tipo pero pude ver su mirada de preocupación.

-¿Porqué no puedo mover las piernas?- pregunté entrando en pánico. –No es sólo la pierna rota, tampoco siento la pierna izquierda. ¡No puedo sentir nada!- dije llorando siendo consciente de que tampoco sentía la textura de la sábana o la masa del colchón.

Marcie lo observó preocupada. 

-Las radiografías no han demostrado otra cosa que un hueso roto, señorita Liejett. Sin embargo me sorprende lo que me está informando. Aguarde un momento- dijo y se alejó a un extremo de la habitación tomando de un cajón elementos esterilizados. 

Volvió a acercarse y me ayudó a sentarme sobre la cama, con las piernas colgando.

Con una fina aguja rozó mi pie. Abrí los ojos como platos cuando la hundió un poco. No llegó a pinchar la piel. 

-¿Sientes algo?

Estaba tan preocupada ante la vista que tenía que ni siquiera me había dado cuenta de si había sentido algo.

-Vuelva a hacerlo- le pedí y observé a Marie, presa del pánico.

El doctor lo hizo, y en efecto, no sentí absolutamente nada.

Negué, aterrorizada.

Luego de al menos diez pruebas más, que incluían otro tipo de agujas y un pequeño ‘martillo’ médico, el doctor se dio por vencido.

-Puede que el golpe haya dañado un nervio en la médula espinal. 

Lo observé casi llorando.

-¿Podré volver a caminar?

-No puedo decirte con exactitud, necesito realizar otro tipo de radiografías más complicadas, pero dispongo de los métodos necesarios. 

-¿Una operación podría resolverlo?

El médico suspiró.

-Sí puede realizarse ______________. Lamentablemente en éste tipo de casos, sólo a un pequeño porcentaje le funciona la aplicación de una operación.

One and Only.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora