1. Las cuatro paredes de un mundo

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Los modales, la forma de hablar y comportarse; todo lo que se espera de ti, lo que esperan que tú seas, se enseñan en doctrinas aprendidas por generaciones, acorde a la estampa bajo la que naciste

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Los modales, la forma de hablar y comportarse; todo lo que se espera de ti, lo que esperan que tú seas, se enseñan en doctrinas aprendidas por generaciones, acorde a la estampa bajo la que naciste.

Pequeñas cosas sin importancia, pero que pueden formar la persona en la que te convertirás; era como si los sueños que formaras en tu mente, fueran idea prefabricadas, ilusiones que debías tener, para que siguieras un camino que fue trazado en el momento que descubrías lo que eras.

Lo que era un Omega.

En una casa de paredes de colores suaves, ventanas altas, y siempre cerradas, creció Keun Hye; un pequeño que permanecía callado, esperando lo que otros tenían que decirle, aun si sus padres fallecieron en un accidente cuando apenas era un bebe; su enseñanza, bajo estándares estrictos, fue impartida por sus abuelos, siempre bajo la excusa de buscar hacerlo por su bien.

En un pequeño universo, no más allá de las paredes de esa casa, creció el pequeño de ojos del color de la madera; siempre observando afuera de la venta, a una distancia prudente, no pensando en ir afuera; temía hacerlo. Fuera de cualquier peligro, como de la dureza de la realidad, simpre dentro de las limitaciones de lo que formo su hogar, así fue criado Hye, enseñado a ser todo lo que se buscaba en un Omega.

Como Omega que era, fue encerrado, escuchando cada día interminables monólogos para educarle. Creció bajo la ignorancia de lo crueldad externa; con fantasías basadas en lo que le dijeron durante su niñez, algo no exclusivo de sus abuelos, sino, que sus padres también procuraban recordarle lo que era, en cuanto supieron que era un Omega.

Cuando los padres de Hye murieron, sus abuelos le acogieron sin objetar, siendo los únicos familiares que le quedaban; los mayores, esperaban que el niño se resistiera a sus enseñanzas, algo que no paso, Hye recordaba lo que sus padres deseaban de el: dócil, dulce y amable, eran las palabras dichas por sus progenitores, repetidas infinidad de veces por sus abuelos; lo único, propio del Omega, era su carácter alegre, siempre optimista.

Las aspiraciones del Omega, eran simples, nacidas en expectativas ajenas, ilusiones ingenuas, que le hacían creer en la inocencia de las personas, generadas por la falta de malicia en el Omega; haciéndole creer en la bondad de otros, algo muy distinto a la realidad. Su felicidad, según le dijeron tantas veces quienes estaban encargados de cuidarle, era encontrar a alguien que lo protegiera. Hye siempre creyó en lo que aprendió en la eternidad de sus cuatro paredes, su felicidad estaba afuera esperándole; el dolor nunca llegaría a él.

El deseaba una familia, una pareja que le cuidase; como debía desear.

Los sueños propios, se mezclaron en algo difuso, se unieron en las ordenes de las personas que le guiaban al camino correcto:

A como se esperaba que viviera sus días;

si alguna vez, deseo algo, esto se diluyo para ser olvidado; él era un Omega, no se esperaba nada más, no se le pedía nada más.

Maravillosas Heridas [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora