Epílogo. Al nacimiento del mar

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Poco después de casarse, ya con trabajos estables; Ahn y Mae iniciaron su propia familia con la llegada de una pequeña niña, de cabellos castaños como la joven madera de un árbol naciente, acompañado de ojos azules cristalinos, como el cielo despu...

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Poco después de casarse, ya con trabajos estables; Ahn y Mae iniciaron su propia familia con la llegada de una pequeña niña, de cabellos castaños como la joven madera de un árbol naciente, acompañado de ojos azules cristalinos, como el cielo después de la lluvia, a la cual llamaron Jae.

Min Jae, solía ir con frecuencia a visitar a sus abuelos, y bisabuelos; por su carácter firme, que indicaba su naturaleza Alfa, algo que descubrió a sus ocho años, tenía gran afinidad con su bisabuela Shin, no siendo extraño que la niña pidiera que ella la cuidara cuando todos estuvieran ocupados, además que Yon Yun, la Omega que estaba con Shin nunca se negaba a jugar con ella.

Como otras veces, al estar todos ocupados, en especial Suni y Jian que acudieron al llamado de un amigo del abogado que trabajaba con un congresista Alfa, sobre una reforma laboral para Omegas, la pequeña Jae termino en casa de Shin gustosa.

La niña Alfa, que heredo los ojos de Shin, jugaba entretenida frente a la casa, saltando sobre varias figuras dibujadas en el suelo que representaban ser nubes; Shin la vio feliz, recordándole sus rasgos a ella misma, pero en una situación diferente, una infancia feliz. Shin vivió siempre de lado, a la sombra de su hermano, teniendo que apresurar su niñez para alcanzar la excelencia.

Jae era una niña sin preocupaciones, y con un posible hermano en poco tiempo; pero la niña podía ser ella misma, sus padres se aseguraban de eso, haciéndola alguien cariñosa, aunque a veces algo ruda si se molestaba.

A mediados de su sexta década, ya no resentía a sus padres, se alegraba de haber terminado en paz con ellos, antes de que fallecieran unos años atrás; no se sentía sola, tenía una familia y con compañera a su lado.

Al ver con más cuidado las facciones de la hija de Mae, mientras su vestido de esta se agitaba al saltar; vio la similitud con algunos de sus rasgos, el color de cabello y tono de ojos eran casi iguales; el azul claro de ojos vivarachos, estaba lleno de alegría, carentes de cualquier resentimiento.

―Jae, entra ya que está comenzando a hacer frio― ordeno Shin, no dejándose convencer por un puchero de la chiquilla― Tus padres llegaran pronto.

― Pero todavía hay sol...― intenta convencer a Shin pateando el suelo decepcionada― Solo un poco más, ¿Si?

―Pero ya todos tus amigos se han metido― le responde la Omega, que estaba parada a lado de Shin.

Jae se ganó la simpatía de los niños del vecindario de Shin; jugando con ellos cuando venía de visita, la niña pasaba casi todo el tiempo afuera.

―Estoy saltando en el cielo― aclaro un poco indignada, y con las manos en su cintura― El cielo no tiene fin; es una misión importante que solo yo puedo terminar.

Shin suspira, y toma una tiza blanca; con el interés de Jae en ella, la mayor escribe "Fin" al final de una de las nubes más grandes.

―Ya lo hay, así que adentro― vuelve a pedir Shin, dejando sin nada que reclamar a una derrotada Jae.

Cuando la niña pasa junto a ella, el sol del atardecer se refleja en sus ojos, haciéndolos más profundos, y emergiendo de un azul intenso; como si pareciera que es donde el mar nace y acaba; siendo Jae y Shin algo así, el fin, como el principio de un largo ciclo.

Un ciclo que llegaría a un final feliz algún día.

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(Porque el fin y el comienzo siempre se encuentran, esta bella canción)

Maravillosas Heridas [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora