01 - Esa dulce esencia [Editado]

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—Marlene... Marlene...

¿Alguien rogando de buena mañana? Sólo podía tratarse de dicho sujeto.

En serio... ¿Cuándo va a...?

"Madurar".

Era lo que él tanto necesitaba.

Recién había salido el sol, se podía apreciar el canto de las aves, las personas abandonando sus domicilios, el ronroneo de los coches; la vida en general. Sin embargo, no existía nadie más animado a aquellas horas que el sujeto que se hallaba sobre Marlene.

Codazos constantes, reclamos. Estaba aplastada, agobiada por la presión que el cuerpo ajeno producía, por la constante mención de su nombre, y sin embargo, sus ojos no abandonaban la lectura presente.

Madurar era algo que necesitaba ser aplicado a ambos.

—¡Marlene!

Finalmente, la mujer fue obligada a abandonar la lectura y se dignó a prestarle atención a su marido.

—¡Al fin! — Exclamó él, rebosante de alegría. 

Marlene entrecerró los ojos, al sentir como su marido, ahora más parecido a una comadreja que a un humano, se colaba por el interior de su camiseta de Spiderman y se hacía con sus limones.

¿Hacía cuánto no los tocaba? Se cuestionó Aleix, finalmente viendo saciadas sus ansías.

—¡Joder! —Marlene le propinó un puñetazo que impactó en su barbilla e hizo que se cayera de espaldas del sofá.  El crujido de sus huesos sembró un eco por el espacio —¡¿Sabes lo difícil que me resulta concentrarme si no paras de ladrar?!

—Mi ñoña...

Aleix no accedía a sus deseos, apenas pensaba en él, en calmar su ansiedad, y la piel de Marlene guardaba la esencia, que tanto su boca como sus manos deseaban.

Sin embargo, la devora libros no estaba dispuesta a la labor, pues en sus manos se hallaba una lectura que pretendía terminar aquel mismo día. 

—¡Déjame en paz! ¡Vete a violar a las viejecitas del parque! Ellas sí disponen de mucho tiempo libre.

A Aleix se le desencajó la mandíbula ante semejante oscura ocurrencia.

—¡No estoy tan desesperado! Espera... — Recapacitó — ¡Sí lo estoy!

Se alzó de un salto y se dispusó a la altura de su esposa. En sus castaños ojos, clavó sus punzantes pupilas.

—¡¿Vas a seguir dejándome a dos velas?! —No era justo que un hombre tan hermoso como él tuviera que mendigar por un poquito de amor de su mujer —¡Ya te dije que fue esa loca la que se me abalanzó encima! ¡No pude evitar ese beso!

Dos meses. Dos meses habían transcurrido tras aquel incidente...

Marlene era sin duda una mujer de lo más rencorosa, y dicho rasgo, no hacía más que crecer con el transcurso de los años.

—Ya ni me acordada de eso — La mentira era muy evidente en su cara, especialmente en la oscuridad que dormía en su mirada —Sólo quiero que me dejes seguir con la lectura de esta hermosa novela en paz.

Aleix resopló.

Escenas como aquella eran habituales en su matrimonio, y en esos casos era imposible hablar con Marlene. Se enojaba y como solía ocurrir le pedía que la dejara en sola.

Así que, una vez más, iba a acceder a sus caprichos. 

—¿Qué quieres? —Aleix volvió a encarar a su mujer, al sentir el pulgar de su pie clavándose en su espalda.

—Okey. Ya no estés enojado.

En sus ojos avistó arrepentimiento, sin embargo eran contadas las veces en que admitía su culpa. Lo que siempre hacía era tentarlo, verle con aquellos ojos de cordero degollado. 

—Ven...

El libro se escurrió el sofá, acontecimiento que en aquella ocasión fue ignorado por la muchacha. 

Todo enojo, frustración o cualquier otro sentimiento negativo, se desvanecía cuando el cuerpo de Marlene se mostraba con entrega. En él seguía produciendo el mismo efecto de años atrás, cuando era un adolescente hormonal.

Se mordió el labior inferior, sumamente tentado y envolvió con sus brazos a su mujer, la que finalmente le atendía con cariño y no con codazos ni reclamos. Depositó hambriento los labios sobre los suyos. Su corazón y todo su ser ardían, la bestia que yacía entre sus piernas despertó, y entonces, cuando se disponía a arrancarle la ropa a su mujer y hacerle amor como hacía tiempo no le hacía, la aparición de un rostro juvenil rompió la calentura del ambiente.

—¡Ah! ¡Mavis!

Aleix se alzó apresuradamente, sintiendo su rostro arder, dejando tendido sobre el sofá el cuerpo con el que había estado a punto de pecar una vez más, la que, muy contrario a él, se lucía tranquila, sin ninguna pizca de vergüenza.

—Hola, cariño —La saludó ella, acomodándose la camisa.

—Perdonen —Mavis unió sus manos en señal de perdón, sin poder ocultar una sonrisa traviesa —Debí de avisar, pero es que se veían tan lindos que... —Jugueteó con los dedos de sus manos, mientras centraba su mirada en su progenitor —Especialmente tú, papá. 

Aleix sintió punzadas en sus mejillas. No le habría incomodado que otros le vieran, pero su hija era un caso único y especial. 

—No... Yo... Marlene —Buscó a su mujer con la mirada, en busca de su apoyo.

—¡¿Estás ciega, Mavis?! — Soltó Marlene de ceño fruncido, llevándose una mano a la cara —¡¿Dónde ves tú algo de lindo en este viejo degenerado?!

—¡Oye! ¡Qué sólo tengo treinta y siete años! —Aleix no omitió el mostrar su perfecta anatomía como apoyo; físico del que se sentía más que orgulloso — ¿Te parece este el cuerpo de un anciano?

—A tu padre le gusta quitarse años —Soltó doña ñoña con burla —De hecho fui yo la que le di la idea hace años —Comenzó a trazar círculos alrededor de uno de los pezones de su marido —Tienes tetas. Se te caen...

Un "puff" escapó de sus groseros labios.

Aleix apartó su mano de un manotazo, mostrándose de lo más ofendido.

—¡Soy perfecto!

Esa autoestima.

El ambiente de costumbre. Aleix y Marlene con sus tontas discusiones, a lo que Mavis ya estaba más que acostumbrada.  Emitía pequeñas risitas, amaba a sus padres.

Todo era absolutamente normal, hasta que Aleix fue consciente de algo, de un importante detalle que hasta ahora una parte de él había querido obviar.

Marlene seguía fiel a su adicción literaria, él obsesionado con hacerle el amor a todas horas 《Lo confiesa xD》 y Mavis... Su pequeña... Ya no era mas su pequeña.

Mavis había dejado aparcado sus juguetes, juegos y cualquier otra bobería.  Ahora en su rostro existía una esencia distinta, una que no escapaba de su compresión de hombre maduro.

Mavis ya no era mas su niña, ahora ya tenía quince años y lucía impecablemente un uniforme.

//Editando lentamente. 

//Buenas mis queridos lectores. Vosotros habéis sido quien me habéis empujado a comenzar con esto, una vez más. Si vosotros, sólo vosotros. No sabéis lo agradecida que estoy con vosotros. Espero que os alegre seguir con esta aventura, con nuestros dos personajes bobos y... Mavis.

Me volví adicta a ti #2 [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora