29- Vida de madre

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<<¿De verdad estoy pasando otra vez por la misma historia?...>>

Sus ojos castaños, apenas fijaban con cierto síntoma de asesino, a su querido esposo, quien en aquellos momentos, ojeaba con enorme ilusión la pantalla allí presente en la sala.
Aún si las cosas ya no eran suficientemente malas, el doctor se encargó de hundirla más.
—Felicidades, es un niño.
Ese anunció, hizo que los ojos de su esposo brillarán con devoción. Ella sabía que él había querido un niño también, pero había respetado su decisión de no tener más hijos, así que nunca había sacado el tema después el nacimiento de Mavis. Sin embargo... Le había pillado con astucia al demostrarle el camino del mal: Los clichés. Lo que le había hecho lograr su propósito.
Ajá, Marlene desconfiaba que lo hubiera hecho a propósito, sólo para pillarla desprevenida.
¿Pero acaso valía la pena seguir quejándose? Ya estaba en su cuarto mes de embarazo, todo se veía borroso para ella y en lo único que podía pensar, era envolver el cuello de su marido con "cariño", y darle una muerte apropiada, brindándole como último el calor de sus brazos.
—¡Muchas gracias, doctor!

Abandonaron el hospital, caminando con lentitud.
En la cabeza de Marlene se pasaban muchas cosas, pero principalmente el temor a sufrir de nuevo el enorme sacrificio de traer una vida más al mundo, y sumando después, la dura carga de cuidar a un bebé llorón, que no la dejaba concentrarse en sus escritos.

—¿Quieres comer algo? —Interrogó su esposo, esbozando una sonrisa de pura felicidad.
—Una cabeza de Aleix por aquí, por favor —Hizo el gesto de un cuchillo y la cabeza rodando después por sobre la mesa.
Aleix hizo una mueca y envolvió a su ñoña en un fuerte abrazo, ignorando sus malos humos y sus palabras nada bonitas, que le soltaba con cierta agresividad.
—Vamos Marlene, deberías de estar feliz —Le apretó la mejilla con ternura, a la cual dio un fuerte palmada la embarazada, haciendo cuestión de mostrar toda su dentadura en la sonrisa mal sarcástica posible.
—Claro, ¡todo pura felicidad! A mi me encanta sufrir a diario, es un vicio que tengo —Movió la cabeza con cierta desesperación, y apretujo sus dedos en su ceño fruncido, viendo con decadencia el bulto importante que sobresalía más abajo.
De nuevo... Tendría aquel aspecto horrible, que ella había llegado a detestar con tremenda locura. Si bien a Marlene le gustaban los niños, estar embarazada no le hacia ninguna ilusión, de hecho, podía ser una fase que cualquier mujer normal amara, pero que ella aborrecía con todo su ser.

—Quiero un libro —Pidió Marlene, ojeando a su marido con ciertos ojos brillantes.
—Eso no es comida... —Replicó Aleix, haciendo cuestión de negarle ese deseo; que bien era más un derecho.
—¿Acaso no estas feliz? —Le interrogó ella, posando sus manos sobre el pecho de su marido, en busca del camino para convencerle.
—Si, pero no por eso he perdido la capacidad para pensar...
—Te odio —Eso lo dijo remarcando la última palabra, en un gesto muy frío.
—Ah... —A Aleix no le gustaba escuchar aquellas palabras ni de broma —Primero iremos a comer algo, después te regalo un libro, ¿Vale, mi amor?
La doña ñoña, viciada por los libros, mostraba de nuevo aquel brillo que sólo los libros conseguían, y acabó por asentir.

Fueron a cenar a un restaurante que hacia tiempo no frecuentaban.
Marlene, hasta entonces no se había dado cuenta que estaba con terrible antojó, y se puso a pedir todo lo que le interesaba de la carta.
Por veces había sido así, aún cuando no estaba embarazada, varias veces había perdido la cuenta en cuanto ella había pedido. Se lo comía todo y... Nunca la había visto engordar, aún cuando ella comía cantidades importantes de comida...
¿A dónde se le iba la comida?
A los pechos... Él sabía bien que no.

—Yo casi con mis cuarenta años, y teniendo un hijo más... Que desgracia la mía —Se lamento ella, metiéndose sin parar, comida y más comida en la boca. Tomando de cada vez, un alimento diferente de cada plato.
—No es tan malo, claro quitando los dolores —Dejo bien claro, ya que Marlene ya le estaba acribillando con la mirada —Pero vamos Marlene... Yo se que estas feliz.
Ella, demostrando un ligero rubor en sus mejillas, se quedó con el tenedor pendiendo de la boca y desvío la mirada. No quería dar el brazo a torcer, pero Aleix sabía que su esposa estaba feliz, independientemente de todo lo demás.

—Pero será mejor que tu no seas una referencia para nuestro bebé —Le señaló con el tenedor, mostrándose sería al respecto.
—¡Que desfachatez! ¡Yo soy un perfecto ejemplo! —Se señaló a si mismo con todo convencimiento.
El silencio se hizo entre ellos. La mirada de Marlene le veía acosadora y Aleix acabó por desviar la mirada, poco cómodo.

Me volví adicta a ti #2 [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora