Capítulo 25.

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Me acaricio la mano y regresó a su lugar

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Me acaricio la mano y regresó a su lugar.

-Bueno Elizabeth, entonces los espero el lunes por la mañana a los dos para firmar la renuncia, ¿de acuerdo?

-Sí... muchas gracias doctora, que pase buen fin de semana.

-Igualmente

Salí de la oficina de la Dra. Aguilar y pasé por donde Zulema ofreciéndole una gran sonrisa y diciéndole adiós con la mano.

Regresé al consultorio y tome una caja de cartón que tenía guardada en el cuarto de los cachivaches. Empecé a poner todas mis cosas: las fotos, los regalitos que Diego me hacía a diario. No eran muchas, solamente se llenó a la mitad.

Me quede sentada en la silla esperando a que llegara la hora de la salida, quería esperar a que todos se hubieran ido para poder salir sin que nadie me dijera nada.

Eran las 8 y se escuchaba un silencio sepulcral, así que intuí que la clínica estaba vacía de doctores o practicantes.

Baje lo más rápido que el peso de la caja me lo permitía y corrí a mi coche, guarde la caja en el portaequipaje y subí, arrancando violentamente.

Mamá y papá se habían ido de viaje por tres semanas a Paris (con el viaje que me había regalado Diego.) Así que estaba sola y podía llorar tranquila sin que nadie me molestara o me cuestionara. Ya le había contado a mamá sobre mi ruptura con Diego, estuvimos platicando por unas cuantas horas en las que estuve conteniendo el llanto, no me gustaba llorar frente a ella.

Como siempre sus palabras lograron tranquilizarme.

El regreso a casa fue un tramo bastante corto sin tráfico. Llegue a casa y subí a mi recamara, ya tenía en una silla las cosas que guardaba de Diego, los regalos, las fotos, así que todo lo puse en una sola bolsa y la lleve al cuarto de los muebles viejos donde también estaban las cosas de Rafael.

Tenía que olvidarme completamente de Diego, sabía que no habría vuelta atrás.

Debía empezar una nueva vida sin él.

Era difícil ¿Sabes?, llevaba dos semanas y mi mundo seguía derrumbado, era horrible estar pensando en él todo el tiempo, todas las cosas que pasamos juntos, los planes que teníamos a futuro.

Siempre me repetía a mí misma que las cosas suceden por una razón, que el sufrimiento que uno pasa en la vida es para hacernos más fuertes y ayudarnos a crecer emocionalmente.

Me puse el pijama de conejos, y baje a la cocina, debería cenar algo. Prepare un sándwich de atún, di unas cuantas mordidas y más de la mitad terminó en el cesto de basura.

Fui a lavarme los dientes, y el rostro y prepararme a dormir, pero antes de eso tome el teléfono debía avisarle a Diego de la renuncia.

Di un largo suspiro y comencé a escribir.

Escribía, borraba, escribía borraba.

Hola Diego buenas noches, espero estés bien.

La doctora Aguilar quiere vernos el lunes por la mañana en su oficina, porque necesita que ambos firmemos mi renuncia.

Disculpa por no haberte avisado antes, pero todo fue muy rápido y los dos estábamos muy ocupados. No te preocupes por los pendientes, todo quedo en perfecto orden.

Gracias de antemano.

Que descanses.

*Elizabeth.

Escribir ese pequeño mensaje me llevo más de una hora, no sabía que palabras exactamente decirle, me trague el llanto que luchaba por escapar de mis ojos.

-Enviar-

Me tape el rostro con la colcha, preparada para dormir, la verdad es que no esperaba respuesta.

Después de unos 10 minutos el celular vibro en la mesa de madera, lo tome y me temblaron las manos.

Mensaje de Dr. Diego.

Mi corazón latió a mil por segundo.

-Abrir-

Ok, gracias por avisar, nos vemos el lunes.

Leí el mensaje unas quince veces, lo leí con su voz, y mi llanto no pudo detenerse.


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