Había pasado un mes desde el día que estuve con Diego y peleamos por culpa de Zulema, ese día en su casa como siempre no pasó nada, más que besos y abrazos, yo era demasiado puritana y el muy caballero.
Después de ese día Diego y Zulema no volvieron a dirigirse la palabra, ni ella lo hostigaba en la red social, pues ya había otra persona que ocupaba su interés: un doctor amigo de Diego que además era casado.
Su "amistad" conmigo también ceso, ya solo nos saludábamos educadamente las veces que nos encontrábamos en los pasillos. Mi vida no podía estar mejor.
Mis salidas con Diego seguían siendo diarias, pues Rafael estaba de viaje de trabajo como siempre, solo que ya llevaba tres semanas fuera de la ciudad.
Así que prácticamente era libre... bueno casi.
Hoy no fui al consultorio, me habían dado el día libre por motivo de la boda. No lograba creer que dentro de dos días sería la esposa de Rafael, después de todo lo que habíamos pasado. ¿Por qué seguía dispuesta a casarme?
Diego sabía la decisión que había tomado y aun así seguía conmigo, en ningún momento me pedía que renunciara.
Mi celular me aviso que tenía un mensaje e hizo que olvidara un poco mi situación.
"Llego en 20 minutos"
Era Diego, habíamos acordado pasar el día completo juntos, ya que seguramente sería la última vez.
Había terminado de cambiarme, ese día usaba un shorts a cuadros rosa y una playera sin mangas blanca, la mañana estaba muy calurosa.
Me recosté en la cama esperando a que Diego llegara, miré hacia el buro que estaba en mi recamara, ya no estaba mi foto con Rafael. Hace un par de semanas que la había guardado en el cajón de mi peinador, junto al anillo de compromiso. Curiosamente ya no lo usaba solo cuando salía con Rafael, lo convertí en un artículo prohibido para mis salidas con Diego. Sin él me sentía menos culpable.
Tape mi cara con la almohada. No me había maquillado, algo usual en mí, así que no temía que me manchara la cara con el maquillaje.
Mi teléfono vibro.
"Ya estoy aquí"
Me levanté de un brinco y tomé un pequeño bolso blanco. Bajé corriendo, no había nadie en la casa así que no había de quien despedirse, cerré la puerta y salí despacio a donde estaba el lujoso carro gris.
-Hola guapo – lo bese en la mejilla.
-Hola hermosa.
Arranco.
-¿Comiste algo?
-No, y la verdad es que muero de hambre.
Fuimos a comer mariscos, últimamente se estaba convirtiendo en mi comida favorita.
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Mi decisión.
RomansaElizabeth siempre a soñado con una vida color de rosa, llena de flores y corazones. Su mundo gira entorno a Rafael : su prometido. Todo va en perfecta armonía hasta que las cosas comienzan a cambiar... para mal. Elizabeth tendrá que...