Pasaron dos meses desde que firmé la renuncia y salí de la clínica.
Estaba trabajando medio tiempo con un amigo de mi padre que era dentista también, aprendía muchas cosas.
Pronto acabaría con los trámites para la entrega de mi título y ahora si podría ejercer como dentista legalmente.
Me había hecho un plan de que en dos años abriría mi propio consultorio, estaba feliz.
Ya había superado a Diego un 70% poco a poco volvía a estar todo en la normalidad.
Una tarde saliendo del consultorio fui al centro comercial, pues nos habían invitado a la fiesta infantil de la hija de mi jefe, así que decidí comprarle un obsequio.
Llegue a una gran juguetería y compre un par de muñecas, al salir de ahí, me quede sentada en una banca para descansar un rato, estaba enviándole mensajes a mamá cuando alguien se frenó frente a mi pude ver unos mocasines color café.
-¿Puedo sentarme?
Era Rafael.
No me dio tiempo de responder y ya estaba sentado a mi lado.
-¿Cómo estás?
-Bien- contesté secamente, por más que ignoraba sus mensajes no se rendía y seguía enviándomelos día a día.
Ni siquiera lo mire, seguía en mi celular.
-¿Cambiaste de numero celular?
Reí.
-No, sigue siendo el mismo.
-No has respondido mis mensajes, debes estar muy ocupada.
-No, he tenido bastante tiempo libre.
Lo miré, sacó su celular y lo levanto como si estuviera buscando algo con él.
-Entonces será mi red o la compañía que me da el servicio ¿Tal vez no tenga señal?
No pude evitar soltar una carcajada.
-Rafael, no te das cuenta que te he estado ignorando, no me interesan tus mensajes, son eliminados sin abrirse.
Suspiró.
-¿En serio?
-Era obvio, después de lo que hiciste en mi casa.
-Creí que estabas ocupada, no pensé que me ignorabas.
-Pues deja de pensar cosas que no son. -Tomé la bolsa con las muñecas.- Ya me voy, tengo prisa.
Me tomo la mano y me dio un apretón.
-Por favor Elizabeth déjame decirte lo que escribí en los mensajes, déjame decirte que estoy muy arrepentido, he ido a terapia, he ido a retiros religiosos ¿Y sabes? Eso me ha ayudado bastante, no puedo estar tranquilo si no recibo el perdón de las personas a las que he dañado.
Solté su mano y reí a carcajadas otra vez.
-Es en serio Elizabeth, los retiros espirituales me ayudaron y no puedo encontrar mi paz si no recibo tu perdón, fui un idiota, pero créeme soy una persona distinta, soy una mejor persona.
Lo evalué, pues sí se escuchaba diferente.
Se veía distinto al Rafael que fue a armarme el escándalo, estaba vestido con colores claros, llevaba un crucifijo colgado en el cuello con una cadena de plata, ya no estaba escuálido y ojeroso, se veía con mirada relajada, se veía tranquilo.
-Ok, ¿Qué decían los mensajes?
-¿Vamos por una malteada? Y ahí platicamos. Por favor.
Fruncí el seño
-Por favor Elizabeth.
-Bueno-
Sonrió y asintió.
¿Qué estoy haciendo? Me repetí a mí misma.
-Hay una heladería muy buena en la planta baja, es de mis favoritas, te gustará.
Nos levantamos de la silla y bajamos por las escaleras eléctricas.
Caminamos unos 30 metros y ahí estaba una heladería ambientada en los años 50, se veía muy mona.
Nos sentamos en unas sillas altas cerca de la entrada, de inmediato una chica con patines llegó a nuestra mesa y nos dio el menú.
-Bienvenidos, aquí está el menú y marcado con color azul viene la especialidad del día, regreso en unos minutos para tomar su orden.
La chica se fue y abrí el menú.
-¿Qué ordenarás?- Le pregunte a Rafael, la verdad no se me antojaba nada.
-Una hamburguesa y un refresco
-Emm... muy pesado, yo solo quiero una malteada de fresa...
-Con plátano y leche descremada light – interrumpió sonriendo.
La chica regresó y pidió nuestra orden, Rafael se la dicto y la chica nuevamente se retiró.
-Y bien Rafael, ¿Qué decían los mensajes?
Puso sus manos juntas como si fuera a hacer una oración y me miró fijamente.
-Solicitaba tu perdón, día a día te enviaba un mensaje con un mensaje bíblico y siempre pedía lo mismo, que me perdonaras, que me entendieras y te pusieras un poco en mi lugar, que supieras que me arrepentía.
Lo note muy serio y sus ojos se comenzaron a cristalizar... Iba a comenzar a llorar.
-Rafa...
-Soy una persona diferente Elizabeth, en serio.
Suspire.
-Ok, ok te perdono.
-¡Alabado sea nuestro Dios! Me has hecho feliz, mil gracias Eli.
Había perdonado a Rafael, total, su cambio era muy notorio se veía arrepentido y si mi perdón lo ayudaba a encontrar su paz interior o espiritualidad estaba haciendo un bien social.
Llego nuestra comida, yo daba sorbos a mi malteada mientras Rafael comía y me platicaba las cosas que hacían en los retiros, nunca lo había visto tan religioso, hasta su dicción era diferente, la verdad es que me daba gusto.
Dos horas más tarde ya iba camino a mi casa, me gustó platicar con Rafael, en parte me transmitía paz era como si hablara con un sacerdote.
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Mi decisión.
RomanceElizabeth siempre a soñado con una vida color de rosa, llena de flores y corazones. Su mundo gira entorno a Rafael : su prometido. Todo va en perfecta armonía hasta que las cosas comienzan a cambiar... para mal. Elizabeth tendrá que...