He descubierto como el paso del tiempo puede llegar a ser tanto hermoso como despiadado. La vida tiene dos caras como una moneda tirada al viento. De su caída depende el lado que toca vivir.
Sus ojos verdes me enseñaron la crudeza de este mundo. Mi...
Did you ever know that you're my hero And everything I would like to be? I can fly higher than an eagle For you are the wind beneath my wings Bette Midler
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La vida pasa, el tiempo corre y las estaciones del año cambian. Así de rápido como caen las hojas de los árboles en otoño, pasan los días, como tratando de borrar recuerdos amargos y construyendo nuevas memorias.
Luego de haber concluido la gran tormenta que fue ese verano, la vida tomó su rumbo de una manera muy distinta a la que había imaginado antes de que ese niño de ojos verdes y sonrisa tímida llegara a la vida de los Matías.
Cuatro primaveras después, me encuentro frente a el inmenso lago observando como el tiempo va curando, borrando heridas y creando nuevos instantes, no solo en mi vida sino la de ese chico que hoy se posa a mi lado con la mirada tranquila y distante.
No me arrepiento y nunca me arrepentiré de haber venido aquella tarde de verano a comer galletas y queso a este mismo tablado, pues además de ganarme la compañía de un gran confidente, todos estos años han sido maravillosos, nada de fáciles porque con mi amigo nada es fácil, ha estado lleno de retos y muchas piedras, pero también repleto de grandes aventuras.
Chewbacca, nuestro hermoso goldendoodle siempre nos acompañaba, aunque era un perro de servicio fiel a su amo, yo sabía que también me amaba. Me encontraba acariciando su cabeza mientras observaba el paisaje y me saboreaba un rico mantecado de chocolate.
—¿Crees que debería subir más la nota al final del coro?
—Está perfecto como está Íker, a menos que no quieras perder una cuerda vocal —expresé por vez número veinte en la tarde.
—¿Crees que irá mucha gente?
—Los mismo que van todos los domingos, las tías entrometidas y los viejitos que siempre me dicen que estoy gorda.
—No creo que cante.
—Siempre dices lo mismo.
—Nunca he sido solista.
—Íker —Alce la voz exasperada—. Eres una perfección andante, te van a amar.
Íker estaba enfrascado un sábado a las seis de la tarde en una canción que había compuesto para tocar en el coro de la iglesia el domingo, era pleno verano y se tomaba las cosas como si estuviéramos en plena temporada de escuela. Para colmo el cura había querido que mi amigo fuera el cantante principal de la pieza, lo que no sabía el padre Carmelo era que Íker podía llegar al punto de ser la encarnación de un científico loco.
—¿Si me quedo sin voz?
—Eso es imposible, esta mañana eras casi Andrea Bochelli.