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¡Que alguien me saque de este infierno!

Estoy hecha un ovillo en mi sofá; estoy temblando y siento ganas de vomitar, además del pesado dolor de cabeza. Creo que voy a explotar. No son sólo efectos del maldito alcohol, sino también consecuencias de mis actos. Eso de que me emborraché y me acosté con otro ―por el que no siento ni el mínimo interés― es lo peor que pudo pasar en la vida. Y es desesperante lo fácil que pudo ocurrir.

― ¡No me toques! ―exijo en cuanto Damian hace amago de estirar el brazo hacia mí

―Oye, cálmate. Tampoco me trates como si hubiera... aprovechado de ti. Ambos estábamos tomados.

― ¿Y tú por qué diablos tomaste? ¡Te bastaba una copa! ¡Era yo la que necesitaba ahogar sus penas!

―Entiendo que te sientas mal pero-

―Ni sé por qué te dejé entrar ―interrumpo―. Nuestras conversaciones siempre me trajeron problemas.

―Nadie te obligaba hacerme caso. A ver, no tienes por que tratarme así.

No me importa. Lo detesto al igual que me detesto a mí misma por lo que acaba de suceder. Juro que si sigo viéndole la cara, terminaré desquitándome con él. Es que si no hubiera venido, nada habría sucedido.

―Lárgate.

―Maite ¿neta?

―Quiero estar sola con mi miseria. Vete y no vuelvas. Ni se te ocurra llamar.

―OK. Si te sirve de algo, te prometo que no hablaré con tu esposo.

Pues sólo eso me faltaría. Pero voy a hablar yo. Tengo que contarle a Leo, no vaya a ser que se entere por alguien más. Ya no tengo nada que perder, con todo lo que le hice, las chances de que vuelvas conmigo son cero.

Al ver que no hay manera de comunicar, Damian termina vistiéndose, luego se despide y se va. Mientras, no hago ni un sólo movimiento. No sé qué hora es, que día es, si debo ir a trabajar o... No puedo con esto. Necesito estar sola. El llanto me gana y va reemplazando el silencio que Damian dejó atrás. Me estoy desgarrando, siento que me han aplastado, siento el asco tan intenso que me asombra no estar vomitando ya. Soy un total desastre pero sigo viva, consciente de esta tortura.

. . .

Recibo otra visita. Si no estuvieran insistiendo tanto, no tendría intención alguna de al menos ver quien me busca. No estoy de humor.

Camila se queda boca abierta al notar mi estado. No me miré en un espejo pero si mi apariencia iguala mi estado emocional, tiene motivos para asustarse. Lo primero que hace es ofrecerme un caluroso abrazo.

―Me hubieras avisado ―murmura―. Cuando no llegaste a trabajar, sospeché que algo pasaba pero no creí encontrarte así...

―Soy un monstruo.

― ¿Qué? Claro que no. ―replica y me estrecha más fuerte

―Tengo mucho que contarte.

Minutos más tarde, estoy frente a una reacción totalmente inesperada.

―Cabe la posibilidad de que no haya sucedido nada. Con razón no hay recuerdos.

Por más que deseara ilusionarme, me da miedo aferrarme a su punto de vista.

―Dicen que el alcohol afecta la memoria y así me pasó.

― ¿Qué tan borracha pudiste haber estado? Si dices que te quedaste dormida, pues así fue. Además, si se hubieran acostado, deberías sentirlo... físicamente. ¿Me explico? O sea, tras el contacto sexual-

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora