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Camila llegó con dulces y café de Starbucks, aunque ya ni eso me va a levantar el ánimo. Su cabello rubio ―que llega hasta la altura de sus hombros― está todo empapado, pues sus manos ocupadas no le permitieron sostener un paraguas. Y aunque vino en coche, no pudo bajar directamente al pasillo de este edificio.

―Este apartamento tuyo tiene demasiado blanco y gris. Bueno, tú y tu amor por el estilo nórdico... me recuerda al frío que hace afuera. ¡Y a la lluvia!

―A ver, dame eso.

Agarro el café y el paquete para permitirle que se quite la chaqueta. En cuanto lo hace, ingresamos a la sala de estar y yo pongo en la mesa lo que trajo.

―No los dejes ahí ―pide mientras se tumba en el sillón negro― No sabes lo que me costó recorrer los metros que habían entre el coche y la entrada al edificio.

Lo dice en broma pero no me saca ni un sonrisa.

―No te hubieras molestado...

― ¡Qué seria! ―parte de su buen humor se esfuma― No puede ser tan grave lo que les ocurre...

―Hizo sus maletas y se marchó. Lamenta haberse casado conmigo.

― ¿Él dijo eso? No...

―Más o menos.

Termino contándolo todo lo sucedido, lo que hice, lo que hizo, lo que nos hemos dicho. A propósito omito contarle que también metí a Leire en estos asuntos. La mirada que recibo al final me demuestra que no estoy equivocada, que esto sí es grave.

―Sólo quería salir de las dudas. ―apunto, casi susurrando

― ¿Y lo lograste?

―Sí.

―Vaya precio que te toca pagar. Pero espera, eso no es todo. Ahora no hablaremos de ti, sino de él. Le rompiste el corazón.

No me esperaba a esto. No me gusta lo que está afirmando, encima con tanta seguridad. Bajo la mirada y me llevo ambas manos al pecho, mientras recuerdo los ojos de Leo, su reacción al enterarse... Fue la primera vez que lo vi así pero es evidente que estaba dolido... Pero... Yo no pretendía, él debería entender que sólo...

― ¿En qué me metí?

―Si me hubieras avisado a tiempo, primero te habría amarrado antes de permitirte hacer semejante... inmadurez.

―No te llamé para que me regañaras. Además, él dijo cosas muy feas...

―Claro, un hombre decepcionado dice muchas cosas. Sobre todo Leo. Es vulcánico, impulsivo ―calla un momento―. Lo peor no es que se arrepiente de haberse casado, lo peor es que te considere culpable del fracaso.

― ¿Y entonces qué? ¿Qué hago? ¿Lo dejo ir por una simple estupidez que hice? ¿Me dejará ir?

―Puede que para él no sea una simple estupidez.

Eso sí. Recuerdo cuando me reclamó que no era algo inofensivo lo de enredarlo con otra.

― ¿Para ti qué es? ―pregunto

―Un error que tienes que enmendar.

―Ayúdame.

. . .

Mis dos mejores y únicas amigas me dieron consejos diferentes. Leire me dijo que le diera tiempo a Leo, Camila me dijo que le pidiera perdón. Ninguna me ofreció una idea clara acerca de lo que pueda hacer para evitar que lo nuestro se rompa antes de haber comenzado realmente. Pero bueno, si me toca elegir, me consta que opto por la idea de Camila. Sólo me falta encontrar a Leo. No quiero disculparme por teléfono, por mensajes. Quiero hacerlo de frente.

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora