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Siento ganas de gritarle que tal vez también haya cosas que yo no pueda perdonarle a él. Mi orgullo no se quiere tragar sus palabras, me piden que objete. Sin embargo, mi alma entra en alerta por su afirmación. Me recuerda que le hice daño al hombre que tengo en frente y que a ella le duele eso. Me pide que me disculpe, que lo abrace.

Y mi orgullo gana.

―No es para tanto. ―le aclaro

―Que lástima que pienses eso. ―replica amargado y se aparta; y de pronto tengo frío

―Te pedí que entendieras mis motivos.

―Quédate con eso: tus motivos. Se acabó.

¿Qué? No.

―No puedes-

―Ya lo verás. Espera los papeles.

Dicho eso empieza alejarse, está a punto de irse de aquí. Tal vez para siempre.

Pídele perdón.

― ¡No voy a firmar nada! ―le grito― ¡Si tanto me amas, deberías luchar por nosotros!

― ¡Si tanto me amas, deberías hacer las cosas bien!

Sale y es seguido por uno de sus famosos portazos. Me quedo entumecida, lo único que se mueve es una lágrima recorriendo mi mejilla. Hago esfuerzos para motivar mi comportamiento, para pensar que Leire no pudo haber mentido... Y si Leo renuncia con tanta facilidad, por algo será.

Pero, Dios, ese beso. Fue una pequeña muestra de lo que me estoy perdiendo. Fue lo mejor que pasó durante los últimos días. Fue... sentí tanto amor, lo sentí tan parte de mí. Esto no puede terminar. No debí dejarlo ir. El precio que pago por dejarme manejar por el orgullo es demasiado grande. Una vida sin Leo no puede ser una opción.

Estoy ya casi corriendo rumbo a la salida cuando de pronto la puerta se abre en frente de mí. Él volvió. Ambos deseamos lo mismo, lo sabía.

―Dejé los papeles en la mesa. ―dice en tono seco

―Ah. Era eso.

Asiente pero yo permanezco inmóvil, interponiéndome en su camino.

―Quédate.

Alza un poco las cejas ante mi petición. Guarda ese semblante serio que además es envuelto en silencio. No sé por qué pensé que reaccionaría de otra manera. Estará enojado pero aquí está en peligro un matrimonio.

―No sé dónde pretendemos llegar con este juego...

―Eres la única que cree que nuestra relación es un juego. ―replica

― ¿Cómo dices eso?

―Le pediste a otra que me ligara. Maldita sea, eso no se hace. ¿Qué mujer sensata y a la que no le falta un tornillo haría eso?

―No me ofendas ―balbuceo―. Y... ya no salgas corriendo.

― ¿Temes que corra en otros brazos?

Aprieto los labios por su burla. Conoce mi debilidad y le encanta atormentarme. ¿Qué pretende? ¿Vengarse?

―Tú misma me acusaste. ―explica

―Bueno, no sé por qué Leire me dijo eso. Quizá fueron ideas suyas... Quizá malinterpretó algún gesto tuyo.

―No es de fiar.

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora