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Los gritos de Leo siempre preceden la tormenta. Y si a eso le añadimos que me está fulminando con la mirada, queda clara que no saldré bien librada. No entiendo por que todo sale mal y las cosas sólo empeoran.

―Vamos, explícale. ―interviene Leire; su tono burlón colma mi paciencia

― ¡No te metas!

―Oh. Pues vinieron a conversar conmigo. Si se la pasan gritando, mejor me voy.

― ¡Tú lo provocaste todo! ¡Te burlaste de mí!

―No. Sólo intenté librar a Leo de una mujer que no lo merece. ¿Es que no te das cuenta? Siempre con tus celos enfermizos, con tu desconfianza... Cada vez que te oía quejándote, me daban ganas de matarte. Nunca lo valoraste, tampoco entendiste que por algo estaba contigo... ¡Eres una niña insegura! ¡Eres incapaz de hacerlo feliz!

Un par de lágrimas se escapan en contra de mi voluntad y me recorren el rostro. La declaración de mi ex amiga retumba en mi cabeza y lo peor es que ni siquiera me ofende... Sólo me aplasta su manera de lidiar con todo, su decisión de actuar a mis espaldas, de fingir.

Por el rabillo del ojo observo a Leo estancado entre nosotras. Es sólo un testigo que no interviene por mí.

― ¿Cómo pudiste pensar que era buena idea ponerlo a prueba? Encima con tu mejor amiga.

― ¡Fue tu idea!

―Yo lo dije en broma, tonta... ¡Lo dije en broma! ―parece sincera― Tú lo tomaste en serio y decidiste pasar a los hechos.

― ¿Y si me reprochas eso por qué aceptaste?

―Porque en ese mismísimo instante... ―jadea― comprendí que no merecías a Leo. Una niña tan inmadura, capaz de arriesgarse a meter al esposo en otra cama, no merece a ese hombre.

―Pu-pudiste haberme impedido... Los amigos también están ahí para impedir que cometamos estupideces.

―Ya había puesto los ojos él... Y decidí no desperdiciar la oportunidad. Esa noche quise acostarme con tu esposo.

Levanto el brazo para darle una cachetada, pero se percata a tiempo e inmoviliza mi muñeca. ¿Cómo que quiso acostarse? El plan suponía seducirlo, no conllevaba ir tan léjos...

―Lo que nunca comprendiste es que este hombre no te engañaría ni con el pensamiento ―añade Leire, soltando mi mano―. Esa noche recibiste una prueba... Pero seguiste con tus dudas.

―Y tú empezaste con tu plan.

― ¡Sí! ¡Fue justo lo que hice!

―Llegaste demasiado léjos. ―replico con un hilo de voz

―Lo peor que hice fue enamorarme de un hombre casado. Pero no lamento haber querido separarlo de ti... Leo va a estar mejor solo que contigo.

Volteo a verlo, como queriendo buscar una señal de que no opina lo mismo que esta mujer. Sin embargo no logro percibir lo que haya más allá de esa inmensa decepción. Me pregunto si estará así porque supone que lo engañé. O de verdad le afectó el simple hecho de que no le haya hablado sobre esa noche.

―Sí, sí, opina lo mismo, estoy segura ―suelta al notar mi gesto―. Pero te ama y le cuesta largarse lejos.

Me repaso el rostro con las manos, en un intento desesperado de borrar las lágrimas. Estoy llorando en silencio, cada vez más fuerte. Todo esto me derrumba. Es tan duro tener que aceptar lo que soy...

Leo sigue sin reaccionar. Si no se fue, debe ser porque necesita escuchar esta conversación. Porque de seguro lo último que desea es verme la cara. Se me hace que ésta vez sí es el fin.

―Ya que nos pusimos hablar aquí fuera, al menos soltémolos todo. Así que... ¿qué se te ofrece saber?

No sé qué preguntarla. Mi mente está hecha un desastre y encima ella hizo tantas cosas que me perdí la cuenta.

―A ver... ―continúa― Recordemos lo de Maribel. ¿Recuerdas a esa rubia fina y elegante? Claro... Hubieras visto lo celosa que te pusiste cuando se acercó a Leo. Pensé que saldrías de este coche para ir a matarla. En fin... Es mi amiga y fui yo la que le pedí que te acusara ante Leo.

¿Cómo no se me ocurrió?

―Y manipulé la grabación. No tuve la intención de perjudicar a Leo, sólo manipular tu desconfianza. Pero eso de que descubrió el fichero en tu celular fue un simple descuido tuyo...

―Ya lo sabemos ―le avisa él, en voz grave―. Descubrí la grabación entera en tu portátil y se la enseñé a Maite.

Leire esboza una sonrisa malvada.

―Sigamos... ¿Qué más podría... ¡Ya sé! Las fotos con Damian. Las hice yo.

Vaya.

―Quise que tu esposo desconfiara de ti pero a cambio logré mostrarte la clase de persona que tienes a tu lado.

Sí... Me dieron una lección con eso. Como también sucedió con la supuesta aventura de ellos dos. Leo vino a contármelo, deseó ser honesto.

―Y en cuanto a ese día, cuando nos viste por la ventana... Yo llegué porque quería aprovecharme de la situación. Todo andaba mal, creí que podría... seducirlo... Como ya viste, no me salió. Porque sólo tiene ojos para ti.

―Y pensar que yo te había llamado para pedirte ayuda... Me pediste que tuviera paciencia... Y mientras...

―Sí, sí... ―murmura, callándome― Mejor pasemos al punto más importante de mi plan, que por cierto falló... Ni tú te acostaste con Damian, ni yo me acosté con Leo.

―Ya sé que no te acostaste con Leo y que se dio cuenta de tus intenciones.

―Vaya... ¿Te contó sobre esa noche aún sabiendo que tus celos son horribles?

Aprieto los labios para no ofenderla. No soporto su verdadera cara, su impertinencia y la frialdad que muestra hacia mí. ¿A caso no me quiso nunca?

― ¿Y tú quisiste ocultarle lo de tu noche con Damian? ―inquiere en un tono repleto de sorpresa fingida, sólo por amor al sarcasmo y a la burla

Retrocedo un paso y miro el cielo. Trato de guardar la calma y de domar la pena. Y encima parece que esta escena resulta vergonzosa sólo para mí. Leire está contenta con la manera en la que hizo las cosas. En cambio yo quisiera desaparecer después de todo lo que hice mal durante la relación con Leo.

―En conclusión, no eres nadie para pedirme explicaciones, menos para juzgarme ―advierte―. Y si lo haces, es tu problema. No me afecta en lo absoluto.

―Ya basta. Te pasas. ―le advierte Leo

A él lo observa con una especie de ternura mezclada con lástima. Incluso obedece.

―Tú sabes que te quiero ―comienza decirle―. Y yo sé que nunca te fijarás en mí. Pero aún estás a tiempo para tomar la mejor decisión para tu futuro. Ódiame si quieres, estaré tranquila porque sólo quise tu bien ―muda su atención en mí― Y tú... bueno, ya no tengo nada más que decirte. Ya es lógico que entre nosotras no volverá a haber ni un tipo de relación. Y no lo lamento.

―Eres-

―No me interesa. Hasta nunca, Maite Savatera.

Se da la media vuelta e empieza avanzar hacia la entrada al edificio.

― ¡No quiero volver a verte la cara! ―le grito, en un último intento de desahogarme

―Ya, ven aca...

Mientras dice eso, Leo me jala para estrecharme contra su cuerpo. Es un abrazo áspero, puedo sentirlo. Pero, al fin y al cabo, es un abrazo.

―No le hagas caso. ―me pide, aún rodeando mi cintura como si fuera algo que deseara y no deseara hacer; sí, las dos al mismo tiempo

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora